El papa argentino Francisco cumplió este Jueves Santo con el ritual del lavado de pies a doce jóvenes presos, entre ellos dos chicas y dos musulmanes, después de celebrar la misa crismal en la que instó a los sacerdotes que sirvan a los pobres y se conviertan en pastores “con olor a oveja”, en un mensaje claro de lo que pretende ser su papado.

En una ceremonia íntima sin cámaras de televisión retransmitiendo en directo, Francisco se trasladó a la cárcel de menores de Roma “Casal del Marmo” para lavar y besar los pies a diez chicos y dos chicas, entre los que había dos musulmanes, en un gesto sin precedentes.

“Quien está en lo más alto debe servir a los otros”, dijo el Papa argentino, quien preside por primera vez como pontífice los tradicionales ritos de Semana Santa.

“Esto es un símbolo y un gesto: lavar los pies quiere decir que estoy a tu servicio”, que se está dispuesto “a ayudar a los demás”, explicó el nuevo Papa a un grupo de unos 50 detenidos de varias nacionalidades que participaron en la misa. Estos le regalaron una cruz de madera y un reclinatorio hechos por ellos mismos.

El Papa reconoció al término de esta ceremonia en la cárcel, con la que conmemoró la última cena de Jesús con los doce apóstoles, que estos jóvenes le van a ayudar a ser “más humilde, a ser un servidor, como debe ser un obispo”.

Antes, por la mañana, en la misa crismal ante 1.600 religiosos, entre ellos varios cardenales y obispos congregados en la Basílica de San Pedro, el nuevo Papa abundó en este mensaje.

Pidió a los sacerdotes que vistan la “humilde casulla”, “salgan de sí mismos” y se conviertan en “pastores con olor a oveja”, en “pescadores de hombres” y sirvan a los “pobres”, a los “cautivos” y a los “oprimidos”.

“No es precisamente en autoexperiencias ni en introspecciones reiteradas que vamos a encontrar al Señor”, advirtió Francisco, quien fustigó a los sacerdotes “tristes”, que terminan “insatisfechos”, por ser “un intermediario” o un “gestor” y que “no se juegan la piel ni el corazón” y acaban convertidos en “una especie de coleccionistas de antigüedades o de novedades”.

Por eso, el papa latinoamericano pidió a los sacerdotes que vayan a “las periferias, donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión de los que quieren saquear su fe”.

“Es bueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos por gracia se muestra claramente como pura gracia, en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción -y no la función- y resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús”, agregó.

Las palabras, acompañadas de elocuentes gestos del primer Papa latinoamericano y jesuita de la historia han llevado en las dos primeras semanas de sus papado una nueva impronta de humildad a los llamados ‘príncipes de la Iglesia’ y a los fastos del Vaticano.

“Es un Papa incómodo. Por ahora en el Vaticano lo rodean con aprecio, pero si sigue comportándose como un ‘obispo pobre’ comenzará a irritar a los prelados más conservadores”, advierte el vaticanista Marco Politi.

La decisión de vestir una simple sotana blanca –muy alejada de los oropeles que gustaba lucir su antecesor Benedicto XVI– el rechazo a calzar los mocasines rojos papales, vivir, al menos por el momento, en el lujoso apartamento de los Papas dentro del palacio apostólico del Vaticano o saludar desde un vehículo descubierto a los fieles en la plaza de San Pedro forman parte del deseo de transparencia y sencillez que pretende imprimir en la jerarquía de la iglesia milenaria.

Y es que, según el Papa, “cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se enferma”, advirtió.

Después de la homilía, el Papa ungió los aceites santos que se usan para los sacramentos, como los bautizos y para los enfermos.