Es una artista multifacética, diversa, lúdica, profunda, infantil, caótica. Y muchas cosas más. Todo para predecir un naufragio ante una exposición en un gran espacio como el que tiene en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Sin embargo Klaudia Kemper sorprende con una muestra realmente notable: en ella hay pinturas, instalaciones, esculturas, videos, grabaciones pero logra una gran unidad en la diversidad. Unidad plástica, visual, y de contenido.

Su primer acierto es lograr generar un espacio “independiente” del Museo: al entrar a su muestra se está en otro espacio, lo que permite apreciarla de mejor forma. El segundo es trabajar muy bien el paso de un espacio a otro, construyendo unas especies de membranas con telas elásticas que, además, funcionan muy bien con las luces, integrándose a las “obras” expuestas.

La muestra –Inmersión-, que muestra un trabajo profundo y serio de introspección, permite no sólo muy diversas lecturas; también permite distintos niveles de lecturas. Desde el placer del goce estético al de jugar o experimentar con algunas de las piezas o instalaciones a tratar de entender y entrar en el trabajo profundo de Kemper.

Tres puntos a destacar:

Inmersión, al menos este fin de semana, estaba repleto de visitantes.

Segundo, el tiempo de permanencia de las persona era particularmente largo y en casi todas las salas.

Las personas, y los niños en particular, realmente disfrutaban. Además lo pasaban bien viendo a otros pasarlo bien o invitándolos a hacerlo, en particular con El Cuerpo que Habito y con Pinturas Mundos – Pinturas Células.

Pocas veces he tenido oportunidad de ver una muestra de arte actual tan bien montada –que se apropie de tan buena forma de la arquitectura, de los espacio en la está-, donde haya tanto público que lo pasa bien y con tantos niños disfrutando, que no quieran irse de un Museo.

Una muestra para ir a ver y disfrutar. Que promete ser una de las mejores de este 2013. Y para eso sólo hay hasta el 31 de marzo.