Chipre, bajo la amenaza del Banco Central Europeo (BCE) de quedarse sin fondos a partir del lunes, preparaba este jueves contra el reloj un “Plan B” para salvarse de la quiebra y superar una crisis que crea fuertes tensiones entre la Unión Europea (UE) y Rusia.

El BCE decidió mantener la provisión de liquidez de emergencia a los bancos chipriotas hasta el lunes. Pero ese balón de oxígeno tiene visos de ultimátum, pues la institución supeditó proseguir con esa línea de asistencia a la aprobación de “un programa de la UE y el FMI que garantice la solvencia de los bancos afectados”.

En Moscú, el primer ministro Dimitri Medvedev amenazó con revisar la proporción de euros en las reservas de divisas rusas si la solución a la crisis financiera chipriota perjudica los intereses de Rusia.

La advertencia se debe a que el primer plan de rescate de la UE y el FMI, rechazado el martes por el Parlamento, preveía fuertes gravámenes sobre las cuentas bancarias, gran parte de ellas en manos de depositantes rusos.

“Si eso se hace en Chipre ¿por qué no sería posible en España, en Italia o en otros países [de la zona euro] que padecen problemas financieros? Allí es donde se confiscarán ahorros el día de mañana”, dijo Medvede antes de recibir al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso.

Entre las alternativas para superar la crisis, Chipre busca también que Rusia extienda los plazos y reduzca los intereses de un préstamo a cinco años de 2.500 millones de euros que le concedió en 2011.

Entre tanto, los bancos de la isla, que llevan seis días cerrados, esperarán hasta el martes próximo, antes de volver a abrir, por temor de un retiro masivo de fondos. Pese a todo, es posible retirar dinero de los cajeros automáticos, pero los giros están bloqueados.

La Eurozona, constituida por 17 países, ya tuvo que acudir al rescate de Irlanda, Portugal y Grecia y del sector bancario español. Y ahora, a causa de una isla de 830.000 habitantes que representa apenas el 0,2% de su PIB, se ve confrontada a un riesgo “sistémico”, que amenaza la estabilidad de todo el bloque, según admitió el presidente del Eurogrupo (ministros de Finanzas), Jeroen Dijsselbloem.

El presidente de Chipre, Nicos Anastasiadis, pidió que “el jueves como muy tarde” se tome una decisión sobre los detalles del plan de rescate y se apresta a presentar a los líderes de los partidos un plan alternativo al rechazado el martes, según indicó la televisión pública.

La cuestión más peliaguda sigue siendo la de una eventual quita a los depósitos bancarios.

Los acreedores de Chipre (Comisión Europea, Fondo Monetario Internacional y BCE) prometieron a la isla un rescate de 10.000 millones de euros, a cambio de un aporte de 7.000 millones, de los cuales 5.800 millones debían provenir de depósitos bancarios.

El plan inicial preveía con tal fin imponer una tasa de 6,75% a los depósitos de menos de 100.000 euros y de 9,9% a los de más de esa suma. La medida generó indignación popular y obligó al gobierno a exonerar de la quita a los depósitos de menos de 20.000 euros, pero eso no bastó para evitar que el Parlamento rechazara el plan de forma contundente (sin ningún voto a favor).

Según medios chipriotas, el “plan B” podría incluir un gravamen excepcional sobre los depósitos de más de 100.000 euros.

La perspectiva de ese impuesto no sólo preocupa a Rusia. También la agencia de calificación financiera Fitch la mira con el ceño fruncido, pues considera que constituiría un “precedente” que podría propagarse a otros países de la zona euro.

“Cualquier paquete de ayuda que incluya una ‘tasa de estabilidad’ [sobre los depósitos bancarios] equivaldrá a un rescate por parte de los ahorristas y aumentará inevitablemente el riesgo de contagio en la zona euro”, advirtió Fitch.