Todo revisado, oleado y sacramentado. Desde las cinco y media de la tarde del martes hay 115 cardenales encerrados en la capilla Sixtina de Roma eligiendo al nuevo Pontífice. Cual más, cual menos, todos cavilando y discutiendo, teniendo al frente de sus pupitres a los gigantescos frescos de Miguel Ángel, el famoso Juicio Final.

Los añosos purpurados se encuentran estrechamente incomunicados, vigilados y, a la hora del descanso, siguen instalados a buen recaudo en apartamentos sellados, aislados electrónica y telefónicamente. Hasta las ventanas han sido recubiertas con láminas para evitar que se tomen fotografías desde afuera.

Los teléfonos móviles quedaron prohibidos, el personal administrativo y de servicio ha sido y seguirá siendo minucioso en los registros. Sin pausa, 90 técnicos juramentados a no abrir la boca, no han dejado un milímetro sin revisar. Entretanto los celosos guardianes tampoco despintan el ojo cuidando el entorno.

El sastre oficial, Lorenzo Gamarelli ya envió las tres sotanas clásicas, tres portes; ancha, media y angosta. La vestimenta se encuentra a disposición del físico que tenga el nuevo jefe, el cual, una vez aceptado el cargo y cambiado de nombre, se acicalará como tal utilizando una discreta habitacioncita dentro del mismo recinto del cónclave. Luego saldrá al balcón y bendecirá urbi et orbi.

Afuera, en la vieja plaza de San Pedro, se han instalado pantallas gigantes para observar el acontecimiento que envuelve piadosa y expectante al mundo católico. Entre el gentío, infatigables, se mueve un ejército de 5.600 periodistas. Hay una sobrecarga de cámaras, cables, micrófonos, focos y otros elementos electrónicos cada vez más sofisticados. Son los utensilios para comunicar y comentar la esperada noticia.

También por allí van y vienen, rezando, curioseando o pajareando unos siete mil peregrinas y peregrinos, humildes y ricachones, estos últimos, son los afortunados que, llegados desde los más lejanos rincones del planeta, no piensan perderse detalles, sobretodo la primera aparición del nuevo Pontífice.

En una de las esquinas del recinto se manifestaban mujeres jóvenes y resueltas activistas católicas. Es necesario y urgente –dicen- que nosotras tengamos acceso al sacerdocio femenino. Es imprescindible que las mujeres creyentes tengamos, por fin, un protagonismo mayor y más justo en esta institución milenaria.

Llovía en los momentos en que fueron cerradas las puertas para iniciar el cónclave. Acá en Europa, atenta a las noticias de Roma, el mal tiempo, acaso los últimos aleteos del invierno, sembraban el caos: vientos, lluvia, frío y nevazones barriendo calles y caminos, cubriendo las ciudades y dejando a miles de viajeros sin trenes ni aviones en los principales terminales aéreos y ferroviarios, sobre todo en Francia, Inglaterra y Alemania.

¿El nuevo Papa será italiano? ¿Será progresista? ¿Será conservador? ¿Será? ¿qué será? Son preguntas permanentes y que se van repitiendo hasta el cansancio en todos los medios de comunicación. Si nos topamos con esas obscuras profecías que vienen arrastrándose desde hace siglos la conjetura sería la siguiente: ¿será acaso el último Papa de la historia?

En estos días ya se conoce el prólogo del nuevo libro del teólogo crítico Hans Küng, “¿Tiene salvación la Iglesia?”. Son páginas esclarecedoras y convertidas en un verdadero azote a esa institución pecadora a la que el autor llama monarquía absoluta. Un sistema totalitario, dice, que necesita reformas a fondo, no de maquillaje.

A ese famoso intelectual germano no lo han podido callar, a lo sumo marginar. Küng no proclama ni el final de la Iglesia ni mucho menos el sistema pero, eso sí, se muestra implacable contra esa dominación romana, contra la falta de honestidad, con una Curia –sobre todo la italiana- que resiste y se atrinchera sin abrir caminos a una religión más humana, menos perversa, moderna y sin aquella oscura obstinación contra la sexualidad plena. O sea con respeto a todos los seres humanos.

La lucha de intereses, la apetencia por el poder, la falta de transparencia, los escándalos financieros y otras sombras negras y secretas forman parte de la agenda que manejan y discuten quienes están decidiendo en esta cumbre religiosa. Una cumbre que refleja la existencia de 1.200 millones de creyentes, la mayoría, más de un 41 por ciento, habitantes de América Latina. Europa lleva ya tiempo disminuyendo el número de católicos, hoy apenas un 23,7 por ciento. África y Asia han crecido.

En estos momentos todos los cardenales electoras se muestran preocupados. No solamente su Iglesia afronta problemas, sino la civilización. En Asia se escuchan tambores de una guerra nuclear. La crisis económica no cesa y sigue atada a escandalosos procedimientos del capitalismo con sus bancos e industrias sin Dios ni ley. El medio ambiente se ha convertido en un infierno y la corrupción sin tasa ni medida se ha enseñoreado en todos los países.

Entre los cardenales electoras se cuestiona al chileno Errázuriz por su anuencia, complacencia y protección a delitos sexuales cometidos poco menos que a ojos vista.

Si al tercer día del cónclave aún no sale humo blanco habrá una pausa de 24 horas. Luego vendrán otras siete sesiones. Y si allí nadie vence se procederá a elegir Papa entre aquellos dos cardenales más votados. Todo, como siempre, se cumplirá en el más absoluto secreto.

Oscar “El Monstruo” Vega

Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos.

Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortin Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce.

Actualmente reside en Portugal.