Todos sabíamos que la muerte lo estaba rondando de mil maneras distintas. Él no quería morir, no por miedo, sino por amor a la vida. Durante las últimas semanas los antichavistas de Miami venían lanzando oleadas de infundios sobre la gravedad de su salud, infundios que principalmente exhibían un deseo caníbal de que el presidente Hugo Chávez muriera.

Entre los récords de Chávez, está el haber sido el gobernante más calumniado y difamado de los últimos cien años, y eso no implica que Chávez haya cometido errores y que también haya hecho una despreocupada exhibición de sus defectos.

Disparaba certeramente sus opiniones en un lenguaje de “criollo mal hablado”, tal como lo hacía nuestro Diego Portales, personaje amado por la derecha chilena.

Pese a todas las críticas, ha sido imposible esconder la concurrencia de los líderes mundiales a rendir homenaje a un presidente que transformó la convivencia de las naciones latinoamericanas, y fue aporte vigoroso para un renacimiento de los no alineados, y la doctrina de un nuevo orden mundial multipolar, horizontal y transversal, libres de super poderes imperiales.

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