Un aumento de 24% del salario mínimo, una de las grandes promesas del reelecto presidente Barack Obama, irrumpe en el debate político en Estados Unidos, dividiendo a economistas y empresarios en momentos en que el empleo se recupera.

“Voy a seguir presionando para que el salario mínimo sea más alto y permita a las familias estadounidenses vivir”, reiteró Obama a principios de marzo, tras comprometerse a llevarlo de 7,25 a 9 dólares la hora en su discurso sobre el Estado de la Unión, a mediados de febrero.

A diferencia de lo que ocurre en otros países, donde el salario mínimo se reajusta anualmente en forma automática, en Estados Unidos no está indexado a la inflación y puede estancarse durante años. El último aumento a nivel federal, de 10,6%, fue en julio de 2009.

“Tomar una medida respecto al salario mínimo se ha demorado demasiado tiempo”, dijo en un correo electrónico a la AFP el Secretario de Trabajo asistente, Seth Harris.

Asfixiado por las peleas del presupuesto, el debate sobre el salario mínimo comienza a hacerse un lugar en la primera economía mundial, donde su nivel actual representa sólo el 38% del salario medio en Estados Unidos, frente al 46,1% en el Reino Unido, por ejemplo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Tras presentar una propuesta para un salario mínimo de 10,10 dólares, la líder del Partido Demócrata, Nancy Pelosi, afirmó el jueves querer “honrar (sus) compromisos hacia la clase media”, incluso si votar la ley requerirá el consentimiento de los republicanos, firmemente opuestos a esta medida.

Los estadounidenses, por su parte, se muestran favorables a la iniciativa. Según una encuesta de Gallup divulgada el miércoles, el 71% apoya el proyecto del presidente Obama.

“La brecha entre el salario medio de los trabajadores estadounidenses y el salario mínimo es muy profunda”, dijo a la AFP William Spriggs, un ferviente defensor de esta medida y economista jefe de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO), la mayor federación de sindicatos del país, que se afirma representar a 12 millones de asalariados.

Los economistas y la comunidad empresarial están más divididos.

La conservadora Cámara de Comercio de Estados Unidos cree que esta medida “pesaría de forma desproporcionada” en las pequeñas empresas, menos capaces de “absorber” un aumento del costo de mano de obra, a riesgo de frenar el empleo.

“¿Esto contribuirá a reducir la pobreza, como dijo el presidente Obama? Sobre esta cuestión, el salario mínimo en general no cumple con las expectativas”, explicó a la AFP Michael Saltsman, del Instituto de Políticas de Empleo (EPI, por su sigla en inglés) en Washington.

Los pobres “necesitan un trabajo, no un aumento”, agregó.

El efecto de un aumento quedaría en cualquier caso atenuado por la complejidad del sistema estadounidense. La mayoría de los estados de la unión tienen su propio salario mínimo, a veces ya superiores a 7,25 dólares la hora.

La economista de la Universidad de Chicago, Ioana Marinescu, defiende sin embargo un alza, que aumentaría el “potencial para impulsar el consumo” sin afectar a las empresas.

“Los empleados mal remunerados tienden a encontrar un trabajo mejor en otro lado, lo cual ocasiona costos de reclutamiento y capacitación de nuevos empleados. Pagando más, las empresas se ahorrarían una parte de estos costos”, explicó a la AFP.

Según Spriggs, de la AFL-CIO, esta medida tendría otra virtud: “llenar” la brecha salarial entre los sexos en beneficio de las mujeres, que representan el 62% de los aproximadamente 3,8 millones de trabajadores que perciben el salario mínimo o menos.

Controvertida, la propuesta del presidente Obama obtuvo sin embargo un apoyo inesperado del gigante de la distribución Costco.

“En lugar de reducir los salarios, sabemos que es mucho más rentable en el largo plazo, para minimizar la rotación del personal y maximizar la productividad de los empleados, el compromiso y la lealtad”, dijo su jefe, Craig Jelinek, abogando por un salario mínimo de 10,10 dólares la hora.