Hoy no es un día de celebración. Apuesto a que muchos de ustedes se podrán imaginar por qué digo esto.

Más allá de la masacre ocurrida en la década del 20 en Nueva York que se conmemora este viernes -que obviamente dio paso para que las mujeres iniciaran una revolución que se apagó por un tiempo- este día debería ser algo más que eso. Deberíamos plantearnos revivir esa revolución de igualdad de género.

Somos afortunadas por ser parte de una generación que nació con derecho a voto, a la educación, a los anticonceptivos, a trabajar dignamente (aunque aún hay una deuda ahí). Sin embargo hay mucho aún por lo que pelear, por demostrar que como mujeres, nos merecemos tener una vida y balance igual a la de los hombres.

¿De qué nos sirven las flores, los chocolates, los descuentos en grandes tiendas y toda la parafernalia propagandística, si seguimos pagando el doble o más que un hombre en los planes de salud sólo porque somos fértiles? Fértiles de dar vida, de poder ser incubadoras de otra persona para el mundo, que si nace mujer estará condenada a la misma injusticia de tener que desembolsar más por su salud sólo gracias al cromosoma X y a la dicha de poder ser madre.

Y para qué hablar de la igualdad de salarios, ese tópico ya parece un chiste. Según el INE, en 2011 la brecha de sueldos entre mujeres y hombres en un mismo puesto laboral era de 32,8%, siendo esa la única diferencia, teniendo las mismas condiciones (horarios, carga de trabajo, horas de descanso, turnos, entre otros).

A esto, agregamos el injusto 33% menos que tendremos en nuestra jubilación, a causa -entre otras- de lo que acabo de nombrar.

Peor es el tema cuando nos referimos al aborto en nuestro país, donde incluso existen congéneres que se oponen a esta opción, cuando todas deberíamos ser libres de elegir si recurrir a esta medida, cualquiera sea su origen. Es indignante ver a mujeres que por desgracias de la biología, la vida de su bebé es inviable con el mundo real. Y ahí están, caminando cabizbajas, obligadas a tener por 9 meses la falsa ilusión de un hijo, siendo la política pública de la tortura la primera que impide terminar con ese pesar. Se necesita, por último, que en este país exista el aborto terapéutico, acabemos con los valores celestiales para defender este tipo de maltrato.

¿Es necesario nombrar siquiera los estereotipos y modelos de mujer que el mundo y la idiosincrasia chilena nos pide que seamos? La señora de la casa, la fea o la linda, la “mina rica”, “la solterona”… ¿Qué es eso? Estamos en 2013, época donde fácilmente se pueden encontrar mujeres independientes, autónomas, inteligentes y libres.

Agradezcamos a esas mujeres que fueron capaces de pasar por sobre sus propios valores y “educación de su casa”, para exigir algo justo y no quedarse calladas y dieron la vida por ello, para abrirnos el camino de lo que hoy queremos mejorar para nuestro género y las estúpidas diferencias que hacen a las mujeres desde siempre, porque la sociedad así lo quiere, o quizás como dijo Jorge González, “Porque Dios también es hombre”.

Y a ustedes mujeres, sean arquitecto de su propia identidad y felicidad todos los días. No necesitamos de uno solo para sentirnos más mujeres. Hagamos un cambio este día: en vez de celebrar la imagen hermosa y todo lo genial que trae consigo ser mujer, pasemos a la reflexión y a la acción. Y si queremos celebrarlo, que sea cuando realmente tengamos motivos.