Adolfo Zaldívar, el embajador de Chile en Argentina que falleció la madrugada de este miércoles, tenía sus sesiones de quimioterapia en Santiago. Las últimas fueron en los días que rodearon las pasadas elecciones municipales de octubre, 6 meses después de que diagnosticaran su cáncer de páncreas. Aquellos días dio una de sus últimas entrevistas, donde confesó al PRI todos los temores que su enfermedad le producía.

“Yo, que estaba acostumbrado a manejar todo, hoy me doy cuenta que estoy en manos de otros”, señaló Adolfo Zaldívar a PRIcentro.cl.

Recién en aquellos días el ex parlamentario, más delgado de lo que siempre se le vio, conversaba sobre el cáncer que lo afligía desde abril. Reconocía que era un tema del que no le gustaba hablar, pero que declaraba asumir con discreción y decisión.

Había cruzado la cordillera a caballo con sus 3 hijos varones, su yerno y un amigo gobernador en el país vecino. Luego de la aventura de 5 días, retornó a Santiago a pasar sus vacaciones, comió lo que le gustaba, estaba feliz. No hizo caso a un malestar sobre la boca del estómago, no parecía grave. Fue su esposa, Alicia Larraín, quien le recriminó no ir al médico a “revisar” esa molestia que lo acompañó de vuelta a Buenos Aires y no lo volvió a abandonar.

Los exámenes que se tomó el 17 de abril en la Clínica Alemana preocuparon a su doctor y le pidieron tomar unos segundos. Alicia Larraín fue quien los retiró… cáncer de páncreas. La buena noticia era la ausencia de metástasis

“Fue como chocar con la cordillera, a 5 mil kilómetros por hora. Yo tenía antecedentes de mi hermano menor, Rodrigo, que falleció (en 1995, víctima de la misma enfermedad). Cuando me dicen que el asunto es de días y no de meses, tomo la decisión de inmediato, y el resto lo dejé en manos de Dios y del cirujano”, declaró Adolfo.

El político puso todo de su parte, desde su operación comenzó a caminar una hora diaria y se sometió al tratamiento que corresponde.

El miembro del PRI sacaba lecciones de su mal, “es curioso … he vuelto en muchas cosas a ser niño. Por ejemplo, me encantan las cosas simples, que las había dejado por cosas tan graves que no tienen ninguna importancia. Andaba siempre apurado. Hoy disfruto de una película como Casablanca, de las buenas actuaciones de Ingrid Bergman y Bogart”.

“Disfruto cuando camino sobre las hojas, cuando he vuelto a caminar junto al mar. Todavía no he vuelto a nadar, pero espero hacerlo pronto. Me encantan los atardeceres, sentir el viento en la cara. Ver a mis nietos, ver su sonrisa, ver un atardecer. A veces, cuando me despierto en la mañana, me gusta sentir el ruido de los pájaros, adivinar cuál es uno, en esta primavera que ha sido maravillosa”, agregó.

Zaldívar nuca abandonó sus tareas en Buenos Aires.“Esto me ha llevado a restablecer una relación con Dios. Estoy muy agradecido de todo lo que me ha ocurrido, de mi mujer, de nuestros hijos”, señaló.

Su período como embajador

Respecto a su polémica decisión de aceptar el cargo de embajador de Chile en Argentina, Zaldívar defendió su postura, asegurando que “acepté la embajada sin dejar de ser lo que soy”.

“Hace tiempo que estoy actuando con mucha libertad, después de que tuve la crisis en la Concertación. Encontré que yo podía ser un aporte como embajador, para lograr algo que estimo de gran importancia, tal como lo hice cuando planteé corregir el modelo económico social en Chile. Hoy pienso que si me hubieran hecho caso quizás se podrían haber enfrentado mejor las cosas. No para destruir el modelo, como algunos plantean, sino para emparejar la cancha”, sentenció.

“Claramente yo no he entrado al Gobierno. Le acepté al presidente Piñera un cargo de embajador para servir a Chile, y a esto me he entregado de cuerpo y alma, y he recibido un gran respaldo en mi tarea, especialmente del Canciller, con el cual he actuado en plena sintonía”, afirmó.

Pese a su cargo, Zaldívar no evitó mostrarse crítico, señalando que “es cierto que en Chile hay pleno empleo, pero la gente no está feliz con eso; quiere hacer suyo el país. Hoy siento que el país se aleja de la gente, no hay un ideal, no hay nada épico, nada grande, trascendente. No se puede pretender dirigir un país con la mentalidad de una góndola en un supermercado. La gente quiere saber por qué vivir. Yo quiero ver a Chile desarrollado, pero no meramente económico, sino un país donde haya justicia social, integrado. Quiero aportarle a Chile; estoy haciéndolo como embajador. Y ahora quiero aportar también en esta materia”, dijo.

Revisa la entrevista completa aquí.