Este domingo se inicia una nueva versión del Festival Internacional de Viña del Mar, en medio de la expectación de la prensa rosa que espera polémicas con las cuales sobrevivir en los próximos meses… y también de personas que disfrutarán de artistas que sólo pueden ver por TV ante la imposibilidad de pagar las exorbitantes entradas a conciertos exclusivos.

Nadie puede discutir que se trata de uno de los eventos musicales más importantes del país y de esta zona del mundo, pese a que Lollapalooza amenaza seriamente su reinado, o al menos eso intenta.

Su envergadura incluso ha servido como plataforma para ver en Chile a reconocidos artistas que en tiempos del régimen militar sólo podían presentarse en la Quinta Vergara, como The Police y Europe, Julio Iglesias, Raphael, José Luis “Puma” Rodríguez, entre otros.

No obstante, el paso de los años y el paulatino aumento de conciertos a lo largo del país de artistas atraídos por el fervor del público chileno, fueron restando al Festival su protagonismo.

De ahí en adelante cada vez se hizo más fácil subir al escenario, con casos emblemáticos como Fey, Magneto, Melody, Fanny Lu, La Mosca Tsé Tsé y Leonardo Farkas.

Aunque, la principal crítica que surge es si realmente se trata de un festival o sólo se trata de un show televisivo con conciertos a granel, que genera millonarias utilidades por sus históricos niveles de audiencia, con una competencia carente de algún peso en el mundo artístico.

¿Sabe quien ganó la versión pasada? (Ahora es cuando googleará o buscará derechamente en Wikipedia para recordarlo).

Da la impresión que la competencia no sirve más que para dar espacio entre las presentaciones para calmar en cierta medida al “monstruo” cuando piden un bis, o dar tiempo a que el público (y también los televidentes) vaya a los servicios higénicos.

Pero mas allá de la escasa importancia que tiene la competencia, surge además otro flanco de críticas al show… la “farandulización” del certamen.

Es más importante la elección de la reina y su posterior piscinazo, cada vez con menos ropa como Andrea Dellacasa, que el ganador de la competencia folclórica, sólo por dar un ejemplo.

¿Quiere otro ejemplo? El show de Morrisey fue uno de los mejores -junto a Marc Anthony- el 2012, pero lo más comentado en todos los paneles de “opinólogos” fue su veganismo, y la negativa a recibir la gaviota. Premio más que desprestigiado a estas alturas, y que se reparte casi como un souvenir.

A mi juicio se está lejos de otroras ediciones como la de 1981, donde coincidieron artistas de la talla de K.C. and the Sunshine Band, José Luis Rodríguez, Camilo Sesto, Julio Iglesias y Leonardo Favio, entre otros, que se presentaron en la Quinta Vergara en la cúspide de sus carreras musicales.

Tras esa versión, no hubo tal constelación de artistas, pues cada año sólo uno o dos artistas de talante se han robado la película, tal como se espera que lo haga Elton John este 28 de febrero, tal como lo hizo Faith No More en 1991, Marc Anthony (2009), Sting (2011), Tom Jones (2007), Simply Red (2009) y otros que pueden agregar en los comentarios.

Creo que los organizadores deberían definir si quieren continuar con la competencia, o derechamente dar un nuevo aire a este evento musical potenciando artistas emergentes que después estén nominados a los premios Grammy, y no perdidos en listados de “los que alguna vez pasaron por Viña”.

Y no pierdo la esperanza de que alguna vez lleguen a la Quinta Vergara Pearl Jam, Rihanna, Bruno Mars, Adele o Madonna… dicen que en pedir no hay engaño.