Barack Obama y Benjamin Netanyahu son como perro y gato: el proceso de paz israelo-palestino se halla en estado de coma y por eso muchos analistas se preguntan por qué el presidente estadounidense asume el riesgo de realizar el primer viaje al extranjero de su segundo mandato a Israel, precisamente ahora.

Durante las últimas elecciones presidenciales estadounidenses, el primer ministro israelí no ocultó sus preferencias por el republicano Mitt Romney. Si a ello se le suma el rechazo israelí a los esfuerzos de Obama en favor del proceso de paz e incluso la voluntad palestina de buscar el reconocimiento de un Estado por la ONU, que tanto ha complicado a la administración norteamericana, el riesgo es alto de que el presidente estadounidense regrese a Washington con las manos vacías.

Pero la situación política ha cambiado y las cartas han sido barajadas y repartidas nuevamente tras las elecciones en Estados Unidos y en Israel y ambos países comparten algunos desafíos como el caos en Siria, los sobresaltos en Egipto y el controvertido programa nuclear en Irán.

El avance de la formación centrista Yesh Atid en Israel, la llegada del nuevo secretario de Estado, John Kerry, y el anuncio el martes del viaje de Obama en la primavera boreal a Israel, los Territorios palestinos y Jordania suscitan cierto optimismo sobre la posibilidad de que Washington tome la iniciativa para relanzar el proceso de paz.

Pero contrariada por el fracaso durante su primer mandato, la administración Obama no tardó en moderar las expectativas y prefirió atribuir a este viaje el propósito de coordinar las posiciones de los dos países sobre algunos problemas compartidos.

El desplazamiento tendrá lugar al inicio del segundo mandato de Obama, es decir en el apogeo de su popularidad. “Es mejor ir allá al principio del mandato y no dentro de tres o cuatro años cuando ya tienes la puerta de salida abierta”, señaló un alto funcionario estadounidense a la AFP.

El anuncio del viaje sirve asimismo para cortar de cuajo las críticas de los republicanos en el sentido de que Obama sigue sin viajar a Israel como presidente y mostrar a países como Irán que, a pesar de la difícil relación entre el mandatario y Netanyahu, la alianza entre Estados Unidos e Israel es indestructible.

Según Bruce Jentleson, profesor de la Duke University y exfuncionario del departamento de Estado, los viajes presidenciales sirven solamente para cumplir con la agenda.

“Si se repara en los viajes realizados por el presidente durante su primer mandato, a China por ejemplo, se trató de hacer avanzar las relaciones”, argumenta.

La visita a China permitió a Washington insertarse en la nueva estrategia de pivot hacia la región Asia-Pacífico. Y el de Medio Oriente permitirá demostrar que la región sigue siendo una prioridad para el gobierno estadounidense.

Los demócratas saborean asimismo el hecho de que será su presidente quien haga este viaje, luego de que durante la campaña Mitt Romney prometiera que su primer desplazamiento como presidente sería a Israel y acusó a Obama de “empujar a Israel al abismo”.

La Casa Blanca tampoco pierde de vista que Benjamin Netanyahu está en una posición más débil que antes de las elecciones estadounidenses e israelíes. Washington vería con agrado una coalición gubernamental en Israel menos basada en los partidos judíos ultraortodoxos.

A pesar de sus desavenencias, ambos mandatarios son políticos sagaces y, frente a las amenazas comunes, bien podrían ponerse de acuerdo para dejar su marca en la historia.