La incertidumbre reinaba este domingo en Túnez, que enfrenta las consecuencias políticas del asesinato del líder opositor Chokri Belaid, después de la amenaza de dimisión del primer ministro Hamadi Jebali, en conflicto abierto con el partido islamista Ennahda, en el poder.

El ejército sigue desplegado en el país y las fuerzas del orden continúan alertas, pese a que los enfrentamientos entre policías y manifestantes, desencadenados tras la muerte de Belaid el miércoles, han terminado prácticamente. En esos choques murió un policía y 59 resultaron heridos, según un balance oficial.

La clase política y la opinión esperan ahora el resultado de la jugada de Jebali, número dos de Ennagda, que sorprendió a su partido y a sus aliados laicos de centro-izquierda al anunciar la preparación de un gobierno de tecnócratas.

Vilipendiado por su gente pero apoyado por la oposición laica, Jebali persistió el sábado, amenazando con dimitir si no logra formar antes de mitad de la semana próxima un gabinete de personalidades “competentes” y “sin pertenencia política”.

El primer ministro precisó que su intención concierne también los ministerios de Interior, Justicia y Relaciones Exteriores, aunque los islamistas se niegan a abandonar estas carteras tan importantes. Los futuros ministros deberían comprometerse además a no participar en las próximas elecciones, según Jebali.

Numerosos dirigentes de Ennahda quieren bloquear esta iniciativa, haciendo valer que Jebali debe obtener previamente la confianza de los diputados de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), donde los islamistas son mayoría con 89 de los 217 escaños.

El primer ministro, un moderado dentro de su partido, rechazó el argumento, estimando que la Constituyente, al colocarlo al frente del gobierno en diciembre de 2011, le confirió el poder de remodelar su equipo.

Un grupo de expertos reunidos por la presidencia ete sábado pareció darle la razón, según un comunicado del palacio de Cartago.

En efecto, según la ley de organización provisional de los poderes públicos, el jefe de gobierno puede “crear, modificar y suprimir los ministerios y las secretarías de Estado, y fijar las atribuciones y prerrogativas, tras deliberación del Consejo de ministros e información del presidente de la República”.

El diario La Presse se mostró por ello optimista.

“El Gobierno de competencias anunciado por Hamadi Jebali parece en buen camino, alumbrando esperanzas para amplias franjas de la opinión pública, que el asesinato de Belaid había desmoralizado por completo”, escribió el diario.

Pero la franja radical de Ennahda advirtió que está dispuesta a salir a la calle para defender “la legitimidad de las urnas”, lo que presagia más inestabilidad dos años después de la revolución de 2011, e incluso una posible escisión de los islamistas.

Una primera manifestación el sábado en la capital reunió a unas 3.000 personas, y el domingo eran unos mil en Gafsa (centro).

“Esta manifestación modesta (…) demuestra que en la batalla de la calle, no nos vencerán”, declaró Lotfi Zitun, cercano al líder de Ennahda Rashed Ghanushi.

Entre la división de los islamistas, el boicot de la Constituyente por parte de cuatro corrientes opositoras desde el asesinato de Belaid, y los desacuerdos de principio sobre la naturaleza del futuro régimen político, la redacción de la Carta Magna sigue bloqueada.

El problema es que sin ley fundamental no podrán celebrarse las elecciones prometidas por el primer ministro, justo en un momento en que cunden en la calle la impaciencia y la indignación ante la falta de reformas económicas y sociales.