Pena, dolor, tristeza. Cualquier cosa se queda corta ante lo que pasó la madrugada del sábado en la cuesta Caracoles con los barristas de O‘Higgins.

Más cuando se conocen los detalles de lo que pasó con esos hinchas, que iban a Tomé a estirar la alegría que les dio su equipo tras derrotar al campeón Huachipato en Talcahuano.

Todo hincha del fútbol, en algún momento de su vida, siguió a su escuadra a cada cancha en la que jugara, sin importar el cómo llegar. Lo que valía era estar ahí en la tribuna, hacer carne aquella frase “yo te sigo a todas partes” y pensar que lo máximo de la existencia es alentar a tu cuadro, sintiendo que perteneces a algo más grande que todo, como lo resumía Nick Hornby en “Fiebre en las gradas”.

Ellos representaban eso y más. Un sentido de camaradería y hermandad les unía más allá de los colores de la camiseta. Y ése, al final del día, es el fin último de un fanático: seguir a tu club, alentarlo desde la tribuna y disfrutar del juego, el que hace que estemos ahí.

Y es ése “estemos” el que hace que la tragedia de Tomé pegue y duela tanto al seguidor del fútbol. Porque muchos se han subido un bus de recorrido urbano para seguir fuera de casa al equipo, porque muchos hicieron de sus compañeros de ruta una segunda familia, porque había pequeños que, de la mano de aquel guía supremo, conocían las mieles de estar en campo visitante para ver a SU equipo, y porque, al final de todo, pudo ser cualquiera de nosotros el que ocupase un lugar en esa máquina.

¿Valdrá la pena jugar el resto de la fecha? La tristeza de una ciudad -y del fútbol chileno- pide parar. Pero a veces, honrarlos con el juego que tanto les apasionaba, es una buena (aunque no la mejor) idea.

Sólo tengo claro que hoy, si se juega, trataremos, cada cual desde su lugar, de recordar que esto es un juego, que la vida sigue y que disfrutaremos mendigando “una buena jugadita por el amor de Dios”, pero que cada vez que las noticias llamen desde Tomé, un nudo en la garganta nos tomará y la bofetada de la realidad nos pondrá de vuelta en la noche más triste de la que tengamos recuerdo desde hace un largo tiempo.