Por su configuración, acero reciclado y sucesivas capas de cristal con placas fotovoltaicas a la torre Shard le llaman “La astilla de hielo”. Será el rascacielos más alto de Europa. Con 87 pisos y 310 metros de altura cambiará el rostro no solo de la City, sino al populoso Barrio Inglés, el Southwark, en cuyas calles, todavía, se evoca un pasado brumoso, cruel, novelesco y socialmente conflictivo. Llueve aquí en Londres pero ya se nota el ajetreo, la próxima fiesta inaugural de la Shard, (torre pedazos de vidrio) programada con tamboreo y huifa para unos días más, el lunes 11.

Al alero de un cafetín cercano se exhiben los periódicos del día. De momento, no se escribe más de lo ya sabido acerca de esta nueva obra. Tiene financiamiento de Catar, ese rico emirato árabe. Es la creación del astuto y célebre genovés, Renzo Piano. Es decir, es una nueva hazaña, pirueta o negocio arquitectónico, según como se mire. En cambio en los variados periódicos ingleses abunda información sobre la creciente e interminable corrupción del gobierno y el partido derechista, el PP español. En esas alcantarillas se revuelve el hedor de la clase política encabezada por el huidizo Mariano Rajoy. Pero hay otro tema candente: la previsible avalancha de rumanos y búlgaros hacia Inglaterra cuando, en once meses más, aquellos sufridos ciudadanos llamados “de segunda o tercera clase” pero que también son europeos, tengan el pleno derecho a venir, quedarse y trabajar en zona o región comunitaria.

Inglaterra no los quiere y el gobierno de David Cameron ha organizado una campaña que mas parece de golpes bajos. Disuadir para atajar el flujo de emigrantes. “No vengan a Gran Bretaña, ya está completo” ironiza el periódico “The Guardian” e invita a sus lectores a que envíen propuestas de afiches para seguir diciéndoles por anticipado a esos mal mirados vecinos, hasta luego.

El fenómeno (o drama) mundial de la inmigración es uno de los más controvertidos. Si los viajeros son irregulares se destapa inmediatamente la xenofobia, el hambre, las guerras y una tierra o país sin destino que obligan y empujan al auto destierro. En este caso a llegar como sea al Viejo Mundo confortable. Un sueño para millones de africanos o los habitantes de la Europa pobretona, la del Este. O una pesadilla que supone terribles riesgos.

Solamente entre los años 1988 y 2008 habrían zozobrado ahogados en el Mediterráneo o en el Adriático unos 12 mil seres humanos. Otros tantos, habrían caído deshidratados en el desierto del Sahara. Muerte y desolación bajo el sol o en el mar. Cifras inciertas. Frágiles embarcaciones repletas de miserables jugándose lo poco y nada que poseen, la vida. Atrapados por traficantes criminales. Con suerte, arribando a un país más estable, afrontando humillaciones, desprecio, vejaciones policiales, indiferencia ciudadana y la peste de una burocracia interminable. Así y todo siguen (y seguirán) apareciendo.

En el marco de la Unión Europea el gobierno inglés debe respetar el fenómeno migratorio, no puede cerrar las puertas. Por eso, en este caso, para atajar a los rumanos y búlgaros, se utilizan medios sibilinos. Limitar derechos, explicar que por acá en el Reino Unido no se vive tan bien. Asustarlos: si en tres meses no encuentran una ocupación, deberán regresar a su punto de partida.

La negativa a recibirlos es acaso más implacable en la pobre Grecia o en la escandalosa Italia, este último un país donde los empleados públicos están obligados a denunciar a los viajeros ilegales. Europa en general endurece medidas. Pero ¿quién es un ilegal, un indeseable? Los desamparados, claro está. Y en esa línea entra todo al baile, gitanos, curdos, minorías étnicas. Allá, en otras tierras, en cualquier momento, podrían ser (o ya lo son) peruanos, bolivianos, mapuche.

Los rumanos en peor posición acá en Europa tienen mala prensa y dura imagen. Por decirlo suave, se les tilda como amigos de lo ajeno e integrantes de bandas que comercian con drogas y prostitución. Feroces prejuicios que no se condicen con toda la realidad. Porque los rumanos son personas inteligentes y vivaces. Vienen de una tierra azotada por siglos de pellejerías. Han padecido desde los tiempos brutales de Trajano, el emperador romano, hasta las últimas tempestades socialistas, con Ceaucescu, dictador de izquierda, a finales del siglo XX o con el actual capitalismo salvaje en este siglo XXI.

Rumanía y Bulgaria suman 29 millones de habitantes. El Partido Independentista del Reino Unido, una derecha, nacionalista y ferozmente fascista, ya comenzó a crear un ambiente de rechazo y racismo. Entretanto el gobierno del conservador Cameron, aunque juicioso, se va poniendo cada vez más nervioso porque a sus problemas políticos y económicos de todo orden suma ahora esa posible avalancha.

¿Y la Torre Shard, qué? Pues ahí está muy fachosa, admirada y fotografiada. El triunfo de la opulencia en medio de las zozobras humanas. En verdad, parece una astilla elevándose desde una orilla sur del río Támesis.

Es inevitable pensar en la torre de La Costanera allá en el país neoliberal, junto al Mapocho. Acaso sea también una preciosidad con 71 pisos y 303 metros de altura. Pero a diferencia de la torre de acá, en Londres, allá atosiga el entorno, dificulta el tránsito, encarece y complica la vida diaria agregándose a la pesadilla del smog.

La torre de Londres, centro financiero mundial, fue pensada con el fin de mejorar una urbe multirracial donde conviven ocho millones de habitantes, se hablan 300 idiomas y se ha poblado un área metropolitana que alcanza a los 14 millones de habitantes. Se proyectó evitando congestionamientos, ruidos y otras pesadillas urbanas. Unos 12 mil asalariados irán o vendrán al trabajo diario y podrán acceder cómodamente, sea en tren o en metro, a sus instalaciones subterráneas, es decir a la estación de London Bridge.

Escampa la lluvia. Cerramos el periódico no sin antes admirar la profusión de fotografías del esqueleto de Ricardo III, aquel rey tirano que murió vencido en combate en 1485. Sus restos desaparecidos, fueron hallados, reconocidos y exhumados en la estación de Leicaster.

Es la noticia de actualidad. Es el recuerdo de un ayer con matanzas, riquezas, corrupción, fanatismos religioso y abusos. El viejo desprecio del Poder a la vida humana. De ayer a hoy, las mismas cloacas.

Oscar “El Monstruo” Vega

Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos.

Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortin Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce.

Actualmente reside en Portugal.