Señores BioBioChile:

Quiero comentarles respecto de una situación que muchos, en mi concepto, sufren a diario.

Paseando por el centro de Concepción he sido testigo de cómo muchas personas armadas de un megáfono, mucha locuacidad y, por qué no decirlo, muchísima personalidad, pregonan a viva voz sus creencias religiosas intentando -no sé si en vano o no- que otros “se iluminen” con su mensaje.

Hasta ahí quizás sea razonable: creen en algo que supuestamente es muy conveniente y quieren que otros se hagan parte y “gocen” de aquello.

Pero esta mañana pasé de testigo a víctima. Mientras estaba en mi casa intentando realizar algunas actividades laborales que me demandan mucha concentración, me vi en la obligación de cerrar todas las ventanas de mi hogar, las que había abierto con el ánimo de llenarme de aire fresco y aprovechar la agradable temperatura ambiental.

¿Por qué? Simplemente porque esa voz que llegó desde la calle a través de un megáfono con un “llamado de Dios” atentó contra mi concentración y mi buen ánimo. El problema es que en realidad no se trataba de una voz, sino de un gritoneo incesante que se colaba por mi ventana.

Miraba yo hacia el centro de la plaza donde esta dama pregonaba megáfono en mano la palabra de Dios y me preguntaba: ¿de qué “amor” me está hablando si ni siquiera es capaz de respetar la tranquilidad de los vecinos del sector? ¿Qué amor hay hacia los adultos mayores que a esa hora intentaban descansar en ese espacio público? ¿Y qué pasa si alguna persona enferma intentaba recuperarse en su cama?

Creo que la atribución que se toma de gritonear frente a quienes están a su alrededor, e incluso a varios metros de ella, está lejos del “amor” del que ella tanto habla.

En definitiva creo que es un acto violento, que está lejos del respeto y del amor de Dios.

Gracias por este espacio.

Alejandra
ale13XX@XXXX.XXX