Más de medio millón de personas cruzó las calles de Yumbel este fin de semana en el marco de la fiesta católica de San Sebastián, la más convocante en el sur de Chile. Una cifra que, a todas luces, supera las cerca de 9.000 personas que habitan en el radio urbano de esa ciudad.

Para los que no estén al tanto, el 20 de enero se realiza la celebración de San Sebastián, soldado romano que murió ejecutado por orden del emperador Maximiano en 288. Una de las representaciones del mártir, venerado por los católicos y considerado curiosamente como un ícono gay, fue ocultada en Yumbel por los españoles en 1655 luego que Chillán fuera atacada. La leyenda cuenta que en el intento de devolverla a la ahora capital provincial de Ñuble, la figura no pudo ser movida “ni con dos yuntas de bueyes” (lo que en ese entonces se consideraba como lo más avanzado en tracción animal).

Los milagros atribuidos al santo, las peregrinaciones, el comercio ambulante y la gente desplazándose arrodillada con velas derretidas en sus manos llegaron varios años más tarde. Con ello también llegó la incomodidad del yumbelino cuando toma noción que se aproxima el 20 de enero o el 20 de marzo (este último conocido vulgarmente como ‘el 20 chico’). La basura en el frontis de las casas, los restos de sandías y melones en la calle y los pañales maliciosamente rellenos por los bebés de los peregrinos adornan el pueblo posterior a la celebración.

¿Han pasado frente a la pared de un estadio después de un clásico de fútbol al mediodía, cuando el sol golpea en todo su esplendor? Ese es el “santo perfume” que los yumbelinos debemos soportar por unos días luego que la horda de gente se retira tras rendir sus respetos a Sebastián. El costo de la limpieza urbana lo asume el municipio local, entidad que, por concepto de patentes para los ambulantes, recibe una parte considerable de su presupuesto anual bajo el amparo del santo.

Si las ganancias de la Municipalidad son considerables, las que recibe la Iglesia Católica en la oportunidad deben adquirir un carácter divino. Más de un habitante de la ciudad que ha trabajado para la parroquia en labores de guardia, repartiendo folletos o como personal de aseo se hace la idea de cuánto dinero cruza por el lugar, especialmente cuando se advierte que más de un devoto llega con varios fajos de billetes y se desprende de ellos en las alcancías del colegio allegado al templo.

¿Dónde para todo ese dinero? La “santa plata” es remitida al Arzobispado de Concepción. En vista que no se ven cambios sustantivos en el pueblo financiados por la Iglesia Católica, supondré que estas ganancias ascienden al cielo para que las deidades puedan invertir en los requerimientos que tengan.

Es una lástima que un pueblo que dos veces al año se ve superado en (por lo menos) 50 veces su capacidad, que sufre cortes de luz y de agua constantes, que debe soportar todo tipo de residuos originados por comerciantes y peregrinos, y donde la orina en la calle pasa a ser un graffiti más, no se vea retribuido por la Iglesia que tanto le debe a la figura de cedro. Se lo deben al santo y a la ciudad que ve mermado su desarrollo por mantener la ambientación “costumbrista” para los visitantes.

Lo positivo es que en esos días se decreta zona seca, por lo que supongo que la tragedia podría ser aún mayor.