Con algunas escenas notables, algunos roles con grandes interpretaciones, una escenografía simple que cumple a cabalidad y una propuesta que, sin dejar de ser Shakespeare, incorpora problemas y humor actuales, Declan Donnellan y la Chekhov International Theatre Festival Company cumplieron con las expectativas que se habían formado sobre La Tempestad.

La obra de Shakespeare trata de una parte muy desarrollada, parece que no sólo en los últimos tiempos, de la condición humana: la facilidad para caer en la envidia, la codicia, la rabia, la amargura, el resentimiento, alentados por las ansias o simplemente por las posibilidades de acceder a poder. Algo en lo que casi todos los personajes van cayendo de distintas formas.

Pero estas verdaderas enfermedades y maldiciones se superan con perdón y gratitud. Y amor. De los padres a sus hijos y el de Miranda y Ferdinando.

Más que recomendable, con momentos de provocación con humor destacables, por ejemplo cuando muestran de fondo filmaciones de la propaganda comunista rusa –suponemos- o de la perdición del consumismo actual.

Al ver esta obra es difícil no relacionarla y compararla con el Hamlet que Gustavo Meza presentara hace unos meses en el GAM. Y es que hay varias similitudes, por ejemplo en incorporar elementos locales, humor actual y contingente, escenografías simples pero bien resueltas y eficientes. Pero se nota la tradición teatral de los ingleses y el buen trabajo y despliegue de los rusos. Mucho por ver y aprender.