En ese conflicto nunca resuelto y en la nueva escalada Gobierno contra Mapuches, surgen dos palabras que, en buena medida, envuelven la situación. 1) Patriotero. (Diccionario de la Lengua): el que alardea excesiva e inoportunamente de patriotismo. 2) Papanatas: (del mismo diccionario) persona simple y crédula o demasiado cándida y fácil de engañar.

Buena parte de chilenos son patrioteros. Sufren esa tontura frecuente, recurrente y en demasiados casos, inconciente. A título de consuelo, hay que reconocer, no estamos solos. La patriotería es un fenómeno del cual pocos países se libran. Suman legión los exaltados por su bandera, su tierra, sus frutos y otros símbolos fáciles. “Tenemos lo mejor, somos únicos” es la clamorosa manifestación de inocentes y abundantes papanatas.

Por estos contornos, en la Vieja Europa y sus distintos territorios, también el patrioterío ufano hace nata. Ejemplos sobran pero no es hoy el tema de nuestra crónica.

El patrioterío y otros alardes papanatas se han tornado peligrosos ahora en Chile con esa violencia resurgida en la región del sur: el pueblo mapuche enfrentado a la máquina poderosa del Estado. Un Estado con buena parte del poder en manos de la Derecha conducida por una recua de políticos oportunistas. En el peligroso terreno campean nostálgicos pinocheteros y no faltan algunos concertados que, cristiana y democráticamente, le echan fuego a la hoguera.

Refiriéndose al atentado incendiario y a la terrible muerte, en Vilcún, de los colonos Werner Lushsinger de 74 años y de su esposa Vivianne McKay, y abordando el complejo marco de la situación, la Directora Ejecutiva de Amnistía Internacional Chile, Ana Piquer recordó lo más elemental: el contexto histórico, los problemas de seguridad para los que habitan en esa región y la manifiesta pobreza de la zona.

“Parece fundamental destacar que en toda la enorme gama de soluciones que pueden proponerse para resolver este brutal asesinato y para detener la violencia en la región de la Araucanía, hay un aspecto que debe exigirse sin excepciones: el respeto y protección de los derechos humanos de todas las personas involucradas”, señaló.

Y claro, tampoco olvidar nuestra historia de salvajes fechorías. El pueblo mapuche despojado de sus tierras, engañado por usurpadores, ávidos e inescrupulosos. Policía, jueces y tinterillos corruptos detrás de cada zarpazo. Años de robos y saqueos, quemando rucas, matando niños, avanzando con la cruz y el rosario en una mano y la pistola en la otra.

La mala formación escolar aún señala esa “pacificación de La Araucanía”, desde el siglo 18, punto menos que como una gesta. Desde 1862 adelante, con la avidez por hacerse con el botín, creció un silencioso exterminio. Bajo la sangrienta férula de Cornelio Saavedra y otros jefecillos, los guerreros hicieron el trabajo sucio dominando la región. ¡Que valientes! A sangre y fuego rodeaban rucas, mataban sin asco, quemaban chozas, destruían los campos.

Intolerancia y racismo sin pausa. Esta política de usurpación y aniquilación dejó hasta hoy las heridas abiertas. Pero el Estado siempre escamoteó las soluciones de fondo. Al paso del tiempo la impunidad para las tropas triunfantes del genocidio y etnocidio ha crecido. Los detalles más siniestros de la gloriosa operación de limpieza territorial han sido cómodamente olvidados.

En estos días grises para la región mapuche de nuevo aletean los peores presagios: represión, militarización, aplicación de una ley antiterrorista. Los mapuches siempre defendieron la tierra en la que nacieron sus antepasados. La lucha siempre fue desigual, primero con los brutales conquistadores españoles y luego con nosotros, el mestizaje chileno.

Piñera, con su ágil locuacidad, afirma que esta no es una lucha contra el pueblo mapuche sino contra una minoría de delincuentes y terroristas. O sea hay que abrir paso a una represión pura y dura proclamando, incluso, el Estado de Sitio. Entretanto los colonos, al margen de la ley, se arman para responder ojo por ojo. En medio de la turbamulta allá en Santiago anuncian que los mapuches tienen apoyo y asesoría del extranjero. Recibirían hasta capacitación militar. Por lo tanto habrá que defenderse sin tregua porque además, ¡ya conocemos la falaz monserga!, un indio, aparte de peligroso, es flojo, falso y borrachín.

Son muchos los bomberos que quieren apagar fuegos con bencina Y exacerban la situación en un terreno donde la ley no es igual para todos. Nunca lo ha sido.

Todas las soluciones han sido parches, mezquindades, juego de intereses, engañosas promesas. Ganancia para latifundistas y empresas hidroeléctricas o forestales. Férreo resguardo de intereses privados. El poder económico y político del Chile tan elegante y neo liberal nunca ha concretado una acción seria, solvente, justa y generosa para resolver el fondo, no la forma, de este cruel conflicto. Olvidamos que con los mapuches somos un todo de chilenos. Y a partir de ahí nuestro deber es resguardar y respetar sus derechos, su cultura, su propiedad, su lengua.

Es triste pero debemos recordar que la propiedad de los colonos asesinados, así como la tierra de otros residentes en la zona, se hunde en orígenes oscuros lo cual se resume así: en el pasado hubo usurpación

Los partidos concertados, la derecha ávida, el Gobierno autoritario y su brazo militar siempre dispuesto a las peores aberraciones, tendrían que entender que, en una situación tan delicada, la paranoia podría desatar una tormenta sin control.

Chile tiene compromisos vigentes con las Naciones Unidas y la Organización Internacional del Trabajo. El país ha aceptado cumplir y respetar los derechos de los pueblos indígenas. Y los acuerdos no están para adornar discursos lindos y vacuos sino para cumplirlos donde sea y como sea.

Ayün, en Mapudungun significa amor.

Oscar “El Monstruo” Vega

Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos.

Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortin Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce.

Actualmente reside en Portugal.