Un grupo de arqueólogos peruanos trabaja desde hace cinco años en la recuperación de un tramo del Camino del Inca que pasaba por la actual capital peruana, y que podría convertirse en un nuevo atractivo turístico de esta vía de comunicación que se extendió a seis países.

Ubicado al sur de Lima, el tramo Huaycán de Cieneguilla, en el valle del río Lurín, era una antigua ruta religiosa que los incas y culturas anteriores utilizaban para llegar al santuario de Pachacamac (200 dC. hasta 1533), el más importante centro de adoración en la costa del Pacífico.

“Esta ruta formaba parte del Camino Inca (Qhapaq Ñan, en quechua). Era un camino transversal que comunicaba el santuario de Pachacamac con el centro administrativo y político Hatun Xauxa, en la provincia de Jauja (centro),” indicó Giancarlo Marcone, coordinador del Proyecto del ministerio de Cultura.

El Camino del Inca tiene 40.000 km de extensión y une a Perú, Chile, Colombia, Ecuador, Argentina y Bolivia. Solo en Perú se ha registrado 25.000 Km del antiguo Qhapaq Ñan, dijo Marcone.

Los seis países por donde se extienden las antiguas rutas a pie de los incas presentarán a fines de enero del 2013 a la Unesco el expediente técnico para postular al Qhapaq Ñan como Patrimonio de la Humanidad, lo que se espera permitirá conseguir nuevas fuentes de financiamiento internacional para la investigación, restauración y conservación de estas vías, dijo Marcone.

El funcionario sostuvo que el tramo de Huaycán de Cieneguilla, consta de 19 hectáreas “y es la cabeza de playa” del ministerio de Cultura para investigar, recuperar y restaurar partes del camino a fin de ponerlo en valor como ruta turística en 2013 y que sirva a la población de alrededores para reducir la pobreza.

Cuando los arqueólogos llegaron a esa zona la hallaron invadida de comerciantes y la población la usaba como centro de recreación, pero una vez informados del proyecto y de sus beneficios los comerciantes se retiraron y permitieron -tras una investigación exhaustiva- que se iniciaran los trabajos de recuperación, dijo.

En cinco años, los trabajos de arqueólogos, técnicos, y de un sector de la población lograron recuperar 350 de los 1.250 muros en ese tramo del Camino del Inca.

La arqueóloga Janie Gómez informó que se descubrieron hornacinas, “unas ventanas en los muros que son parte del centro religioso por donde caminaban los antiguos peruanos para dirigirse al santuario”.

“Hay una serie de conjuntos arquitectónicos que se articulan a través de pasajes y corredores con una plaza principal o plataforma ceremonial”, dijo.

Una de las características de los muros, es la presencia de frisos con diseños figurativos y geométricos, unos pintados de ocre y amarillo, las investigaciones de esos frisos indicarían su utilidad para la transmisión simbólica de información sobre los ciclos astronómicos.

El arqueólogo Cristián Vizconde, comentó que Huaycán de Cieneguilla, es parte de la red de tramos del Qhapaq Ñan, que hace dos mil años las antiguas culturas -antes de la era inca- comenzaron a construir en la sierra, selva y costa para transporte, rendir cultos o realizar comercios.

“El inca Pachacutec usó los caminos ya existentes y construyó otros uniéndolos a los cuatro puntos cardinales para el control administrativo y económico de sus dominios. Pachacutec también construyó la ciudadela Machu Picchu”, recordó.

En la tarea de construcción del Qhapaq Ñan siguió su hijo Túpac Yupanqui y luego Huayna Cápac.

El Camino del Inca tiene tramos afectados por la minería informal, por agricultores y autoridades que lo han destruido como en Chachapoyas (selva central) donde el alcalde destruyó 200 metros para construir un camino que facilitara la circulación vehicular para la actividad minera.

“Existen otros tramos por donde la población aún transita. Tienen zonas empedradas, con lajas de piedras, rellenos de tierra y en algunos sitios se puede ver muros de contención en ambos lados del camino”, agregó.

Según los historiadores, el Camino del Inca tenía cada 7 km un pukara (puesto fortificado) que ejercía control del movimiento de los transeúntes. Y cada 21 km un tambo (posada) para que el Inca y su séquito descansase y se abasteciese de comida y agua.

El camino también servía para el rápido desplazamiento del ejército en época de guerra.