Esa hierba magnífica llamada Cáñamo, o Cannabis, ha sido publicitada con el peyorativo nombre de Marihuana. Y tanto machacaron con ese nombrecito mexicano, que ya casi nadie se acuerda de su nombre verdadero. En nuestra América, el norte, anglofrancés, la llamó simplemente Hemp, o sea Cáñamo, y los colonizadores españoles, ingleses y franceses entendían tan bien las virtudes de esa planta, que en muchas colonias llegó a ser obligatorio que todos los terratenientes destinaran una parte de sus tierras para cultivarla.

El efecto de la resina del cáñamo no se parece ni en lo más mínimo a una borrachera alcohólica. Los impulsos violentos y las susceptibilidades, así como el descontrol psicomotor, son característicos de la embriaguez alcohólica, mientras que la influencia de la resina del cáñamo es apaciblemente hedonista, propensa a la música y al baile. Y, por supuesto, una ingestión excesiva de la resina produce pérdida momentánea de la memoria y somnolencia, además de un notorio descuido emocional respecto de los referentes sociales.

Fue hace ya 60 años que se produjo una violentísima reacción autoritaria, de carácter internacional, proscribiendo la ingestión de resina o cogollos de cáñamo, que fue catalogada entre las drogas de alta peligrosidad. Una formidable coalición de prensa sensacionalista y políticos dispuestos a obtener dividendos del miedo colectivo, se encargó de que, incluso, ahora, haya un gran número de personas que se imaginan que el efecto de ingerir Cannabis es similar y aún peor que el efecto de una borrachera alcohólica.

Escucha la crónica producida y dirigida por Ruperto Concha.