Los talibanes reivindicaron la mayoría de los atentados que la víspera causaron 35 muertos y decenas de heridos en Pakistán, donde se inicia este jueves una cumbre de ocho países musulmanes emergentes.

Los talibanes pakistaníes, que forman parte de la red extremista Al Qaida, son los principales responsables de una sangrienta campaña de atentados, en su mayoría suicida, que causó más de 5.200 muertos en todo el país desde 2007.

Las acciones apuntan principalmente contra símbolos de la autoridad del Estado, aunque los chiitas son también blanco frecuente de los ataques.

El miércoles estallaron varias bombas, una de ellas contra una procesión de la minoría musulmana chiita, que causó 23 muertos y 62 heridos en Rawalpindi, en el suburbio de Islamabad, donde este jueves se desarrolla la cumbre del D-8 (Desarrollo 8) que reúne a varios jefes de Estado y Gobierno, incluyendo los de Irán y Turquía.

“El kamikaze hizo estallar su bomba cuando responsables de la seguridad lo estaban controlando” en la procesión de chiitas que se dirigía a una mezquita de un barrio popular, declaró el jefe de la policía municipal Azhar Hameed Khokhar, antes de agregar: “Temíamos un atentado y estábamos en estado de alerta máxima”.

Se trató del atentado más sangriento perpetrado en Pakistán desde junio pasado y del más mortífero desde febrero contra la minoría chiita que representa a menos del 20% de la población de este país musulmán de 180 millones de habitantes, donde sigue creciendo el fundamentalismo religioso.

Los atentados también se producen en Quetta, capital de la inestable provincia de Baluchistán (suroeste) donde existe una insurrección local, así como en Bannu y Shangla, en el noroeste, cerca de la frontera afgana, y en Karachi, la megalópolis del sur del país. Esos atentados dejaron un total de 35 muertos.

“Reivindicamos la responsabilidad” de todos los ataques excepto el de Quetta, dijo a la AFP Ehsanullah Ehsan, portavoz del Tehreek-e-Taliban Pakistan, el Movimiento de los Talibanes de Pakistán (TTP), organización fundada en 2007 y que combate al gobierno pakistaní.

Los atentados de Karachi y Rawalpindi apuntaron contra la minoría chiita, que se disponía a observar el duelo de Ashura, el día más importante de su calendario religioso, mientras que el blanco de los restantes fueron las fuerzas del orden.

“Perpetramos los ataques de Karachi y Rawalpindi porque la comunidad chiita insulta al profeta Mahoma”, agregó el responsable del TTP, grupo que también había reivindicado la tentativa de asesinato, en octubre pasado, de la joven militante en favor del derecho a la educación de las niñas Malala Yusafzai.

Los atentados se producen en momentos en que el presidente iraní Mahmud Ahmadinejad, al frente de la principal potencia chiita mundial, y el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, eran esperados, entre otras personalidades, en la capital paquistaní para la cumbre del D-8.

Creado en 1997, el D-8 aspira a reforzar la cooperación económica entre ocho grandes países musulmanes (Indonesia, Malasia, Bangladesh, Pakistán, Irán, Turquía, Egipto y Nigeria) que totalizan más de mil millones de habitantes.

Pakistán, que se encuentra en la línea de frente de la “guerra contra el terrorismo” y está acusado de ser un santuario de grupos vinculados a Al Qaida, quería justamente mejorar su imagen internacional organizando la cumbre.

El objetivo oficial de Islamabad era fortalecer los vínculos comerciales entre estos países musulmanes con economías emergentes pero la confrontación armada entre Israel y Hamas, que en ocho días costó la vida a 155 palestinos y 5 israelíes, podría monopolizar buena parte de los debates.

Israel y Hamas anunciaron un acuerdo de cese al fuego, facilitado por los esfuerzos diplomáticos de Egipto y Estados Unidos.