¿Qué podrían tener en común un empresario californiano, el cantante británico Sting y el fútbol? En la mayoría de los casos, nada… salvo cuando los niños de países de escasos recursos entran en la ecuación.

Tim Jahnigen es un emprendedor estadounidense a quien le conmovió profundamente un documental que vio en 2006 sobre cuán importante era el fútbol en la vida de los niños que vivían en los campamentos para refugiados, en la región centroafricana de Darfur.

Por desgracia, ni siquiera el deporte es algo simple en la vida de estos pequeños, quienes se las ingenian para confeccionar pelotas con basura y cuerdas, las que rápidamente se hacen pedazos sobre el terreno duro. Y ni siquiera los balones reales donados por organizaciones, logran resistir mucho tiempo antes de desinflarse o rasgarse.

“Lo único que brinda un momento de felicidad a estos chicos es el fútbol. Aún así, las millones de pelotas que les donan se desinflan antes de 24 horas”, explicó Jahnigen al New York Times.

El empresario se contactó con varios ingenieros en busca de un material que le permitiera fabricar una pelota que, en aquellas condiciones extremas, no sólo fuera durable sino que no se desgastara ni necesitara inflarse. Eventualmente llegó hasta PopFoam, una espuma rígida hecha de acetato vinilo-etileno, un material muy parecido al que se usa en las populares sandalias de colores Crocs.

Sin embargo, desarrollar una forma de crear esferas con esta espuma era un desafío aún mayor que encontrar el material. Una tarea que -calculó- requeriría casi 150 millones de pesos en investigación.

Fue entonces cuando Sting, un antiguo amigo de Jahnigen, entró en escena. Durante un desayuno, el empresario le contó sobre su idea, entusiasmándolo tanto que el músico británico ofreció costear el desarrollo.

“(Me contó) que incluso en los terrenos más duros y en las peores condiciones, la pelota sobreviviría y los niños podrían seguir jugando. Le dije ‘Guau, por supuesto, hagámosla’”, confidenció el intérprete de “Shape of my heart” en un comunicado.

Finalmente, crear el balón tomó sólo un décimo del presupuesto estimado y un año de investigación. Sting la bautizó como “One World Futbol“, en referencia a su tema “One World (Not Three)” (“Un mundo, no tres”).

Las primeras pruebas hechas a la pelota fueron alentadoras. Le entregaron prototipos a un campamento de recuperación de ex niños soldados en Ruanda, a un perro pastor alemán que la masticó durante un año, e incluso a un león en un zoológico de Johannesburgo, en Sudáfrica. En todos los casos, la pelota resistió.

“Ya nuestro primer prototipo que probamos en Ruanda, Haití e Irak, era infinitamente mejor que jugar con un atado de basura o con una botella”, señaló Jahnigen.

Nicholas Hammond | NYT

Nicholas Hammond | NYT

Actualmente, la “One World Futbol” ha sido perfeccionada hasta su quinta encarnación, mucho más redonda que sus antecesoras. Para demostrar sus capacidades, el empresario recorre el mundo aplastándola o arrollándola con un automóvil, sin que sufra el menor daño. Se estima que el balón puede resistir hasta 30 años sin necesidad de inflarlo ni parcharlo.

Hasta ahora, el único problema es el costo. Mientras que una pelota normal puede costar cerca de 2.50 dólares (1.200 pesos chilenos); la esférica indestructible se comercializa por 40 dólares (casi 20 mil pesos), aunque -eso sí- por cada pelota comprada se entrega una de regalo a organizaciones benéficas.

Otro problema es el envío. En 2011, la Unicef compró 5.200 pelotas a 17 dólares cada una (8 mil pesos), para entregarlas en escuelas de Kenia y Uganda. Pero como no pueden desinflarse, se requiere mucho más espacio para transportarlas.

Las buenas noticias pueden ir de la mano de un aumento de producción que reduzca los costos. En mayo, Chevrolet firmó un acuerdo para comprar 1.5 millones de “One World Futbol” en 3 años, para donarlas a los niños en situación vulnerable.

Para Jahnigen, también significa doblegar esfuerzos para suplir la demanda. En septiembre, su planta en Taiwan comenzó a trabajar en dobles turnos para fabricar 45.000 balones al mes, algo que llena al empresario de esperanza.

“Un niño puede jugar hasta quedar feliz de corazón en lugares donde ya no quedan corazones felices. No nos damos cuenta que para ellos, tener una pelota es como la mejor PlayStation 3 o un cohete a Marte”, sentenció.

http://youtu.be/64s2TBnDPus