Pese a las palabras más o matices menos, a las frases melifluas que disfrazan la realidad, el desprecio a la mujer y por tanto su marginación deviene sin cesar a lo largo de la historia de la Iglesia Católica.

El problema –porque es un grave y cruel problema para las creyentes- estalla a diario en las manos del indiferente Pontífice de 85 años de edad, el conservador Joseph Ratzinger.

Sin embargo donde ya no caben más términos medios es ignorar el escándalo mundial sexual que anida muy hondo en la institución. No cesan los abusos contra menores de edad. Con un añadido; las prácticas sexuales y la lujuria de todo orden y concierto se multiplica también, como en un revoltijo, desde seminaristas y curas de a pié hasta obispos de alto copete.

Tanto zarandeo gozoso no solamente es una cuestión de los últimos años. El sexo desaforado –el glorioso sexo- ha vivido en la institución católica arraigado desde siempre. No podría haber sido de otra manera. Pero ha vivido encubierto, escondido, privado, reprimido o lacerante. Y de manera hipócrita ha sido condenado por la propia Iglesia. Teólogos, párrocos y otros mentirosos abusan de sermones, admoniciones, doctrinas y misales. Esa es la madre del cordero.

En los últimos tiempos, los ensotanados han pasado en puntillas (y sus fieles también) sobre algunos hechos polémicos. El primero; la posibilidad que Jesucristo tuviera esposa. El segundo, las voces de mujeres que, dentro de la propia Iglesia, se oponen al porfiado y brutal machismo religioso.

Este es el caso de la monja americana Margaret A Farley. Acaba de publicar un libro diciendo, entre otras verdades, que ese catecismo que emana del catolicismo rancio lo demoniza todo. Que cualquier discriminación sobre homosexuales o sobre las parejas de hecho, sean del signo y clase que sean, es injusta. Ante la pregunta si acaso el matrimonio (el común y silvestre, el de toda la vida) ¿es indisoluble? Margaret dice que no. ¿Y que hay de la masturbación? “No implica ningún problema de carácter moral”. ¿Y en materia sexual existe lo antinatural? “Lo único antinatural es la abstinencia.” afirma la dama, (la hermana en este caso).

Abordando estos temas se corren riesgos. Fanáticos o simplones (pululan en todas las creencias religiosas) se sienten ofendidos. Ponen el grito en el cielo. Nos colocamos el parche antes de la herida porque aquí no hay ninguna animadversión. Simplemente estamos contando, exponiendo y comentando hechos. Sigamos.

¿Existió Jesucristo o fue una figura inventada? Si fue un iluminado ¿qué eso de iluminado? Creyentes y agnósticos sienten profundo interés por aquel personaje. Algunos escritores avispados hasta se han llenado los bolsillos especulando sobre el tema. Es el caso de Dan Brown que se empapeló de dinero luego de escribir “El Código de Da Vinci”, un libro mediocre del cual hasta se hizo una película.

Nadie está seguro de que Jesús haya existido. Pero tampoco hay pruebas en sentido contrario.

Si fue un ser de carne y hueso tenía padre y madre, Yosef el carpintero y Mariam dueña de casa, más cuatro hermanos y al menos dos hermanas. La familia no le consideraba profeta ni mesías. “Mas bien pensaban que estaba algo chiflado” escribe el filósofo e investigador Jesús Mosterín en su libro “Los Cristianos”.

La profesora Karen King, con estudios en la Harvard Divinity School, tuvo acceso a un fragmento de un papiro fechado en el siglo IV. El trozo estuvo escrito en griego primero y luego fue traducido al copto, lenguaje que utilizaban los antiguos cristianos que vivían en Egipto. El asunto central es una frase que salta a la vista “Jesús les dijo, mi esposa”.

La tradición cristiana niega el punto. No hay evidencia histórica, afirma. En Roma hubo un fugaz comentario oficial. “Es un aporte, es la primera prueba; algunos de los primeros cristianos creían que Jesús había estado casado.”

El trozo o lámina de papiro escrita por los dos lados es propiedad de un coleccionista anónimo que contactó con la doctora King. Solamente ocho líneas visibles de un fragmento de cuatro por ocho centímetros en tinta negra.

Matrimonio o celibato. Este es un asunto que se ha debatido al interior de la Iglesia desde siempre. Y en el debate salta un nombre fundamental: María Magdalena, la abnegada ¿compañera, discípula, amiga? de Jesús. La Iglesia oficial ha estigmatizado u ofendido aquella figura tratándola de prostituta. Esa mujer ¿era viuda, separada, tenía acaso mucho dinero y, por tanto, financió al grupo contestatario que organizó Jesús? Y la pregunta del millón ¿Magdalena se casó o fue la amante del maestro? Cientos de textos se refieren –con respeto- a la figura de María Magdalena, su historia y sus implicaciones en la vida de Jesús.

De toda suerte el resto del papiro encontrado es solamente una parte de los llamados evangelios gnósticos, o sea de los que no se incluyen en el canon oficial de la iglesia. Se trata de documentos que, con el fin de apañar un relato a la pinta del poder oficial, fueron purgados o destrozados. Eso ocurrió entre los años 70 y 135 cuando, entre gallos y medianoche, se produjeron quemas y tijeretazos.

En esta Europa a mal traer cada día salen al baile nuevas fisuras en la inmensa organización cuya cabeza, Roma, sigue siendo monarquía absoluta. Cuyo jefe es infalible. Cuyos negocios bancarios están salpicados de rapacerías, lavado de dinero y cuentas brujas. Cuyos grupos (órdenes u congregaciones) atosigan y abochornan, como el caso del Opus Dei. Ningún país se libra del marasmo, comenzando por los Estados Unidos. Y en las naciones más pechoñas del Viejo Mundo (Irlanda, España, Portugal o Polonia) hay mucho agobio. Y hasta los países más serios para ejercer la doctrina, como Alemania u Holanda, suman más y más vejaciones. Y en países históricamente más creyentes como Francia los fieles abandonan los templos. Antes del Vaticano II (1961) el 35 por ciento de los católicos galos iba a misa dominical. Hoy asiste solo el 6 por ciento (informe de Le Croix, un periódico cristiano)

El Vaticano hace oídos sordos a temas acuciantes: celibato, posibilidad sacerdotal para las mujeres, píldora anticonceptiva, preservativos, matrimonio homosexual y una larga lista donde los prelados solo huelen azufre sin percatarse que estamos en otra. Sin apreciar que la honestidad humana siempre sale a flote aunque sigan las inmundicias sean en Santiago, Concepción o Iquique. O tempora¡ O mores¡ (¡Oh tiempos! ¡Oh costumbres!) clamaba Cicerón, el orador romano fustigando la perversidad de hombres y mujeres en su tiempo. No se oye padre.

Oscar “El Monstruo” Vega

Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos.

Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortin Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce.

Actualmente reside en Portugal.