Muchas habían sido las críticas dirigidas a las autoridades chilenas de la época al no considerar el territorio antártico como centro estratégico geopolítico nacional, como ya lo venían haciendo otros países, incluido Estados Unidos.

Sin embargo, las cosas cambiarían con el Decreto Supremo 1.747 del 6 de noviembre de 1940, firmado por el Presidente Pedro Aguirre Cerda y el Canciller Marcial Mora, que fijó los límites nacionales en el Polo Sur.

“Forman la Antártica Chilena o Territorio Chileno Antártico, todas las tierras, islas, islotes, arrecifes, glaciares y demás, conocidos y por conocer y el mar territorial respectivo, existentes dentro de los límites del casquete constituido por los meridianos 53 grados longitud oeste de Greenwich y 90 grados longitud oeste de Greenwich”

De esta forma, en palabras del embajador Oscar Pinochet de la Barra, finalizó “el sueño invernal de la Antártica”, considerando que atrás habían quedado las conquistas de Amundsen y el recuerdo de Scott, y mucho más la actividad de loberos y balleneros magallánicos.

En 1965, el presidente Eduardo Frei Montalva, declaró el 6 de noviembre como “Día de la Antártica Chilena”, oficializando la presencia nacional en tierras heladas.

Desde la proeza del Piloto Pardo y el rescate de los hombres de Shackleton en 1916 a bordo de la escampavía “Yelcho” en la Isla Elefante, la Armada de Chile realizó numerosas expediciones al Continente Blanco, sin lograr concretar presencia estable en la zona.

Es en 1947 el Presidente Gabriel González Videla decide materializar el decreto firmado siete años atrás, enviando al transporte “Angamos” y a la fragata “Iquique” con el objetivo de construir una base estable en la Antártica.

El 6 de febrero de ese mismo año, se inaugura la base “Soberanía” (hoy Arturo Prat), con un acto formal que incluyó la firma del acta sin mayores preámbulo, donde uno de los ejemplares fue enterrado en los cimientos de la sala principal de la base, según escribió en sus anotaciones Pinochet de la Barra, como tripulante de las primeras expediciones chilenas a la Antártica.

“Chile entero nos acompaña y alienta en el cometido de nuestra misión, y nuestros camaradas de armas, a no dudarlo, envidian nuestra buena suerte”, habría señalado el Comodoro de la expedición Federico Guesalaga Toro.

“Toca ahora a vosotros, marinos de Chile, por una de esas veleidades afortunadas con que el destino suele favorecer, dar cima en el hecho a la inspiración de Dios y de los hombres, permitiéndonos enclavar aquí nuestro pabellón y entonar nuestro himno patrio”, proclamó el oficial, concretando así la aventura antártica chilena, que en el presente forma parte de la identidad nacional y fuente de inspiración científica y artística mundial.