Durante años, las teorías confabulatorias han imaginado aparatos fantásticos usados por gobiernos extranjeros, capaces de producir grandes terremotos. Pero mientras estos dispositivos son más propios de la ciencia ficción o los programas nocturnos de la TV, la ciencia ha confirmado que el ser humano sí puede tener participación activa en la ocurrencia de sismos, incluso a nivel destructivo.

Esta es la conclusión a la que llega la revista especializada Nature Geoscience, tras presentar un estudio que demuestra cómo la explotación desmesurada del agua subterránea en la zona de Lorca, en España, pudo relacionarse directamente con el terremoto producido en mayo de 2011, el que pese a tener sólo 5.1 grados de magnitud, fue lo suficientemente superficial -menos de 4 kilómetros- para producir grandes daños y la muerte de 9 personas.

El estudio reveló que el nivel de las aguas subterráneas de Lorca disminuyó en notables 250 metros durante los últimos 50 años. Así, tal como le ocurrió al valle de San Joaquín en California o a Venecia en Italia, el terreno comenzó a hundirse. En Lorca, de hecho, la tierra comenzó a descender a una tasa de 16 centímetros por año.

Pero la extracción masiva de agua tuvo otro efecto: al no estar presente, el terreno sobre las capas inferiores de roca se hizo más liviano, causando que éstas comenzaran a levantarse ligeramente.

Luego, realizando un examen satelital del terreno, los científicos descubrieron que parte de los cambios más importantes en la elevación del terreno, ocurrieron exactamente sobre la falla geológica que catalizó el terremoto de mayo de 2011. ¿Coincidencia? El estudio plantea que hubo una conexión directa, en tanto al haber menos presión del terreno, la fricción acumulada en las capas superiores se vio repentinamente liberada para actuar.

Y un dato adicional parece confirmar la opinión de los investigadores: los 4 kilómetros de profundidad en los cuales se originó el sismo son también la misma zona en que la extracción desmesurada de aguas tuvo sus mayores efectos.

“No se trata de que el terremoto pudiera haberse evitado si no se hubiera extraído el agua, ya que las tensiones subterráneas que los originan guardan muy poca relación con las actividades humanas. Sin embargo, que el sismo ocurriera donde y cuando lo hizo, sí fue gatillado por la intervención de las napas”, aclara la revista Ars Technica.