Matta más vivo que nunca. En pleno corazón del casco viejo de Lisboa, en una calle de tarjeta postal y atiborrada de turistas, la rúa Augusta, se inauguró una exposición espectacular. Una suerte de boccato di cardinale para entendidos o aficionados al gran surrealismo o al expresionismo abstracto, esos hitos del siglo XX. Tres pisos, diecisiete grandes pinturas y seis esculturas de nuestro famoso compatriota que el 23 de noviembre del 2002, a los 91 años, murió en el puerto italiano Cicitavecchia, al norte de Roma.

Roberto Sebastián Antonio Matta Echaurren, nacido Santiago y en el seno de una familia platuda y respingada, de raíces vasco francesa, se paseó por la Tierra como extraordinario pintor, escultor, arquitecto, filósofo, poeta, y viajero. Nos dijo adiós cuando seguía siendo un feliz mortal, un libertario, un notable humanista de la izquierda, cargado de gloria internacional y más joven que nunca.

Tanto la Municipalidad de la capital portuguesa como la Casa de América Latina y la Fundación Millennium bcp (todavía quedan bancos generosos) sumaron esfuerzos y compromisos patrocinando y organizando esta muestra tras la cual destaca la infatigable labor de Germana Ferrari (hoy Germana Matta, viuda y albacea del artista) y la de un brillante diplomático chileno, un fino amante de la cultura y compatriota de primera línea, Fernando Ayala, ex embajador chileno en Portugal y actualmente cumpliendo las mismas funciones en Trinidad-Tobago.

A Matta el país de su infancia y juventud le quedó chico. Además ese Chile en los inicios del siglo pasado era un territorio pobretón, atrasado, aislado y en manos de unas cuantas familias poderosas y feroces. Rapaces propietarias del latifundio y la minería. Fulanos y zutanos que reinaban a sus anchas sobre una masa de oprimidos y de analfabetos. No era, precisamente aquel, un mundo de rosas.

Tampoco fue de rosas, años más tarde, el período de la dictadura pinochetera que inició la cabalgata neo liberal con el festín de la derecha acérrima y conservadora. En el siniestro 1974, (no podía ser de otro modo) a Matta, ya absolutamente célebre, le anularon su pasaporte chileno. Y como si fuera poco le destruyeron sus murales. Borrachera de venganzas. De un brochazo liquidaron esos testimonios que el artista había regalado al país y al proceso social libertador allendista, en marcha entre 1970 y 1973.

Alguien dirá que estos datos son de sobra manoseados y conocidos, pero yo digo, hay que volver a recordarlos. Son cuestiones esenciales que se olvidan. La mala memoria es uno de nuestros patrimonios. Por eso la canalla que en aquella etapa negra pisoteó los derechos humanos sigue hoy, oronda y lironda, paseando por calles, plazas y jardines o encaramada en puestos donde más calienta el sol.

Matta. ¿un surrealista? ¿un abstracto? ¿Qué es eso? Ni más ni menos que lo esencial. Lo más actual de la inagotable inteligencia humana. O sea el Todo, con mayúscula. “El arte es revolucionario”, repitió. Leamos otras frases lúcidas escritas por nuestro artista.”Todo el mundo vive un vocabulario, a veces repetitivo, impuesto por la fatiga cotidiana. Debes empezar desde ahora a explorar el propio vocabulario, para consignar la cantidad de signos erróneos que afloran a tu mente, las palabras desaparecen, de la misma manera que los pueblos se despueblan del sentido popular.”.Y ante una pregunta: ¿cuál es la tragedia del siglo? “El tener prisa, la simplificación o la idiotez de los cretinos que quieren resumir la teoría de la relatividad en cinco palabras o aprender inglés en siete días.”

Contemplando la obra de Matta quedamos permanentemente invitados a ensanchar y expandir nuestra conciencia. Crecer sin límites, sin cesar y en la perplejidad. Es, palabras más o palabras menos, asomarnos a la honda poesía o a ciencia pura que hoy nos abre rutas sorprendentes. Caminos al exterior y al interior de la estrecha (y miserable) vida humana, léase mejor universo o cerebro, en medio de espejos múltiples o de fantasías inagotables, realidades cuánticas, panoramas galácticos o la sobrecogedora belleza de la nano dimensión.

La dinámica (e inolvidable) Presidenta Michelle Bachelet, el 2006, impulsó una comisión especial para preservar la obra y memoria de Matta y, entre otras tareas, levantarle un monumento a su vida y obra. De aquella comisión nunca más se supo.
No importa. El creador Matta no necesita de alardes patrioteros. Sus murales, sus grandes telas llenas de luz, color, imaginación y poesía siguen presentes. Y también sigue junto a nosotros esa vida suya plena y rumbosa y en la cual se cruzan los nombres de las figuras más importantes de la época: por citar solamente a algunas: Pablo Picasso, Federico García Lorca, Neruda, Rafael Alberti, André Bretón, Piet Mondrian, o Paul Pollack.

Y para quienes gustan de asomarse a las figuras célebres y (acaso sin mirar jamás sus obras) cotillear con las idas y venidas, con agitadas noches y preciosos días, aquí van otros datos finales. Con curiosidad inagotable y rica cultura, Matta pasó por este mundo construyendo vida y más vida. Cuando residió en el barrio azul de Lisboa (1937) se enamoró perdidamente de la dueña de casa, ¡de Gabriela Mistral!, la que por entonces era nuestra Cónsul. A lo largo y ancho de su vida se casó cinco veces: y tuvo seis hijos. Sus “legítimas” medias naranjas fueron: Ann Clark, Patricia O·Connor, la actriz italiana Angela Faranda, Malitte Pope y desde 1968 hasta su final de su existencia, Germana. La fiel, persistente y entusiasta Germana que hoy preserva y ensancha aquella inagotable creación. Porque, que duda cabe, tenemos Matta para rato.

Oscar “El Monstruo” Vega
Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos. Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortín Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce. Actualmente reside en Portugal.