La capacidad de observar no se capitaliza con sólo ver, al igual que la de escuchar con sólo oír. Es importante saber diferenciar, sobre todo en un mundo como el de hoy.

La vista, los ojos, ventana del alma, radiografía del cuerpo, aquellos que identifican a una persona y capaces de entregar mucha información. A tal punto, que muchos no pueden sostener una mirada frontal por más de un tiempo, creyendo que pueden quedar muy desnudos ante su interlocutor.

A través de ellos se pueden leer muchas cosas: ira, amor, asombro, sorpresa, desilusión, enfermedades, etc. Son órganos que entregan mucha información, pero cada día es más difícil poder mirarse a los ojos.

Existen muchas ocasiones para corroborar estas situaciones: sentado en un bar y mientras disfrutaba de mi cerveza, primero noté y observé a un grupo de amigos que estaban en una mesa distante, los que, de manera permanente, hablaban de manera alternada y miraban sus celulares como ausentándose del lugar.

Me tocó ir al centro por unos trámites y al tomar el metro, me percaté de que cada quien se aísla del entorno para sumergirse en el mundo de la tecnología, creyendo que con aquello podrán hacer más agradable su estadía en el lugar, obviando mirar, notar si quizás alguien necesita el asiento más que uno o la tristeza de una persona, como también la alegría, e incluso, el peligro.

Son pocas las ocasiones en que hoy tenemos la posibilidad de mirar a los ojos, haciendo que comience una segunda lectura de aquello en la medida que avanzamos en nuestro discurso, casi coartando el habla a tal punto de interrumpir el diálogo, cambiar de opinión o incluso dejar de disfrutar una charla, al punto de sufrirla.

Imaginaba la escena de un entrenador con sus dirigidos en cancha, o en las típicas reuniones previas a un entrenamiento, donde nadie tiene la forma de “escapar” de aquel instante, tan especial para conocer al jugador, saber cómo viene, si está enojado, cansado, alegre, etc.

Dentro de la cancha toma aún más relevancia: mirar a tu rival, saber si está con ganas o vencido, desanimado, e incluso asustados. Creo que muchas veces no utilizamos esto como arma para llegar a la victoria.

Como portero solía tener como costumbre, cuando nos cobraban un penal en contra y todos se dedicaban a discutir, mi primera misión era tratar de identificar a quien podía ser el pateador. Sostenía como idea que el ejecutante tiene que mirar, al menos, una vez el lugar donde va a patear, para ajustar el remate o calcular su potencia. Muchas veces me sirvió para contener un penal.

La vista propone un horizonte, aquel que muchos pretenden alcanzar y que te obliga a caminar con un rumbo desconocido, pero hacia adelante. El desafío será la marcha constante, la lucha permanente, cuyo final sólo llegará cuando tus ojos se cierren.

Simón Collado (BBCL)

BBCL

Waldemar Méndez Martijena es analista de Bío Bío Deportes y del Canal del Fútbol. Fue futbolista profesional en Argentina y Chile durante 19 temporadas. Puedes seguirlo en su cuenta de Twitter @WaldeMendez