A todos nos ha pasado -y más de una vez- que tenemos deseos casi incontrolables de ciertos alimentos y no nos sentimos paz hasta que los conseguimos, pero no sabemos por qué.

Según Karen Ansel, dietista registrada con maestría en el tema, señala que los antojos pueden producirse por una deficiencia nutricional cuando anhelamos frutas y verduras, sin embargo, el querer con ansias carbohidratos o comida alta en grasa, no es un indicador de falta de nutrientes.

De hecho, la investigación constantemente señala que los antojos la mayoría de las veces están más relacionados con señales sociales que nutricionales. Asimismo, pueden estar vinculados a la fluctuación hormonal durante los ciclos menstruales u otros factores.

Aunque también hay casos en que se anhela hielo, y eso puede ser por deficiencia de hierro, principalmente en las mujeres.

Lo cierto, es que los antojos son reales, y así ha quedado demostrado en algunos estudios de resonancia magnética funcional, en los que se ha determinado que las regiones del cerebro asociadas a la memoria, la emoción, la sorpresa y el estrés se iluminan cuando una persona está teniendo una intensa ansia por la comida. Y que la respuesta del cerebro, en combinación con una señal visual, aumenta el nivel de la “hormona del hambre”, la leptina.

En otras palabras, el estrés, la tristeza, el aburrimiento o la influencia externa conspiran para que sientas hambre. En este sentido, lo que se te antoja puede ser impregnado por la cultura o por tu infancia, porque -como Ansel explica- la gente busca las cosas que los calmaron cuando eran pequeños.

“Es por eso que muchos de los alimentos que comúnmente se antojan son sándwiches de queso o galletas, alimentos infantiles. Esto, porque están asociados con recuerdos felices, con una sensación de estar calmado”, dice Ansel.

Por otro lado, los alimentos que son altos en grasa y azúcar ayudan en la producción de serotonina, un neurotransmisor que ayuda a sentirse tranquilo y relajado. Por eso, cuando comemos los alimentos que anhelamos, nos acordamos que funcionaban y volvemos a querer esa misma comida la próxima vez que necesitamos una solución.

Pero ¿qué hacer para no sucumbir a cada antojo y evitar ganar kilos extra? Un reciente estudio determinó que hacer ejercicio por la mañana reduce los antojos durante el día, pero no es la única posibilidad.

Ansel sugiere pensar reflexivamente acerca de cómo te sientes cuando te dan antojos. Si el estrés te hace querer helado, trata de buscar otra forma de relajarte. Si comes por aburrimiento, trata de encontrar un pasatiempo que mantenga tu mente ocupada. Pero tampoco te restrinjas tanto, si de vez en cuando quieres brownie, sólo ve por uno, señala.