Madrid ha mantenido, pese al agravamiento de la crisis, su candidatura a organizar los Juegos Olímpicos-2020, con el argumento de que la mayoría de las instalaciones necesarias ya están construidas y con la esperanza de que un evento así le ayude a salir del marasmo.

Después de la retirada de Roma, por la situación económica de Italia, pocos eran los observadores que creían en el mantenimiento de Madrid en la carrera olímpica.

Tercera para los Juegos de 2012, después de Londres y París, finalista sorprendente frente a Río para 2016, Madrid, cuya deuda asciende a 6.500 millones de euros, ha logrado hacer de su hándicap una virtud.

“Si esta época es la del regreso a la modestia de los Juegos Olímpicos en términos de presupuesto, podemos simbolizar esta tendencia”, se felicita Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español y de la candidatura madrileña durante la selección de las tres finalistas para albergar el mayor evento deportivo mundial en 2020.

Madrid se enfrentará en 2013 frente a Tokio y Estambul. Es la tercera vez que la capital de España se presenta a esta elección. Para la ciudad turca es la quinta y para la capital japonesa la segunda.

La ciudad española se jacta de tener ya construidas el 85% de las infraestructuras incluidas en un dossier de candidatura que ha cambiado muy poco con respecto al que se presentó cuando estuvo a punto de dar la sorpresa en 2009 o en la elección para 2016.

Madrid “ya lo tiene todo”, asegura su alcaldesa Ana Botella, que alardea además de dirigir una capital que posee las “mejores infraestructuras de Europa, especialmente en el plano del transporte” y, por lo tanto, no tiene mucho que construir.

El dossier de Madrid, que como sucedió para 2012 o 2016, aún se beneficia de la influencia determinante de Juan Antonio Samaranch en el seno del Comité Olímpico Internacional (COI), organismo que presidió de 1980 a 2001, no tiene miedo en venderse en los últimos meses como “candidatura low cost”, término en boga en el movimiento olímpico.

Hasta ahora, el COI no se ha mostrado abiertamente hostil contra este concepto, confirmando, por voz de su director general Gilbert Felli, que la candidatura madrileña era aceptable por ser “poco costosa” y esperanzadora desde el punto de vista económico, “un poco a la manera de Barcelona” que se benefició de la organización de los Juegos de 1992.

Bajo la presión de una opinión pública que sufre drásticos recortes presupuestarios en ámbitos como la sanidad o la educación, el comité de la candidatura ha reducido paralelamente sus ambiciones, pasando de un presupuesto (ya bajo) de 50 a 30 millones de euros, es decir, de tres a cuatro veces menos que la práctica general cuando se trata de candidaturas a los Juegos de Verano.

En el hipotético caso de ganar a las candidaturas favoritas de Estambul y Tokio, en la elección que se celebrará en septiembre de 2013 en Buenos Aires, Madrid se gastaría 1.250 millones de euros hasta 2020 para organizar los Juegos, según las últimas estimaciones, que ya no cuentan ni el estadio para el hockey ni el pabellón de voleibol.

Esa cifra es muy inferior, por ejemplo, a los 10.000 millones de euros invertidos por Londres-2012, pero es también muy alta para un país al borde de la quiebra.