Arde mucha rabia y cunden las protestas callejeras; es Europa, convulsa y acosada, confrontada a una crisis que desataron las élites empresariales y financieras mundiales.

En este cuadro es necesario no olvidar dos figuras públicas cuyo reciente fallecimiento llama a la reflexión y obliga a cavilar sobre los valores humanistas, libertarios y democráticos; dos figuras, la una controvertida pero escuchada y respetada, mientras que la otra es tan admirada como odiada. Me refiero al historiador y ensayista judío, Eric J.Hobsbawm, y al dirigente político español Santiago Carrillo.

Hobsbawm se educó en Viena y Berlín, fue un adolescente que debió huir de las cacerías nazis en 1933. Se refugió en Inglaterra, enriqueció su brillante tarea intelectual utilizando y desarrollando la teoría marxista.

En Londres y en Nueva York fue una figura intelectual plena de vitalidad, cuya más grande obra fue panorama de la historia del mundo contemporáneo en cuatro volúmenes, desde la Revolución Francesa hasta la caída de la Unión Soviética.

El título de su última publicación “Cómo cambiar el mundo” lo dice todo; atento a los fenómenos humanos encumbró la disciplina de la historia hacia niveles superiores. En sus páginas no se cuentan tonterías ni cotilleos que tanto daño han hecho a la educación en Chile y en el mundo. En otras palabras sacó a la Historia de su torre de marfil vacía de contenido para explicar a fondo los procesos, sus causas y efectos.

Hobsbawm se volvió comunista en 1932, pero se mantuvo como un hombre crítico y abierto al diálogo, “sé muy bien que la causa que abracé no ha prosperado, pero si los hombres no alimentan un ideal de un mundo mejor pierden algo. Si el único ideal de los hombres persiguiesen fuese la felicidad personal a través de los bienes materiales, la especie humana se degradaría” señaló en una de sus últimas entrevistas (1).

Hobsbawn señaló en más de una ocasión que consideraba “desechable gran parte del planteamiento marxista de la historia, pero de todas maneras continuaría presentando mis respetos –profundos, pero no desprovistos de sentido crítico- a lo que los japoneses llaman sensei, es decir, un maestro intelectual (Karl Marx) con el que se tiene contraída una deuda que no se puede pagar” (2).

Por otra parte, España guarda una gran deuda con el dirigente revolucionario Santiago Carrillo, quien ayudó a liberar la nación de la dictadura franquista.

Murió a los 97 años, lúcido y presente en el debate político de su país; militante socialista en su juventud, secretario general del Partido Comunista Español desde 1960 a 1982 y protagonista de la famosa transición democrática española.

Carrillo fue un político excepcional. Vivió el largo exilio de los perdedores de la Guerra Civil y fue protagonista, junto al dirigente italiano Enrico Berlinger, de un proyecto que nace en la evolución de la tragedia estanilista y se orienta a un euro comunismo más abierto, más claro ideológicamente y unido el centro de los reales problemas del continente.

Por su fuerte compromiso político y su visión realista y tolerante del mundo en el cual vivió, convivió, actuó y se jugó el pellejo por los mismos planteamientos marxistas de Hobsbawn.

Pero en la España actual: casposa y conservadora, tapada de corrupción, el nombre de Carrillo aún da pie a los más bajos insultos y a la distorsión de la memoria histórica; el mismo día de su muerte (18 de septiembre) una poderosa red de emisoras católicas, olvidándose de la cacareada misericordia, se burló de lo sucedido.

Carrillo y Hobsbawm, dos vidas largas, activas y claves. Podríamos decir que estas dos ausencias dejan todo más empobrecido, pero no es así. Los dos escribieron y sembraron para el mañana.

(1) Hobsbawm, “Sobre la historia”, ensayos (1997).
(2) Hobsbawm, “Entrevista sobre el siglo 21” (1999).

Oscar “El Monstruo” Vega
Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos. Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortín Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce. Actualmente reside en Portugal.