Es difícil sacarse de encima, de una vez por todas, a los dictadores. La mayoría de esos miserables, cuando mueren, lo hace plácidamente en su cama y con mucho dinero a la vista o escondido, fortuna mal habida desde luego. Se van los sátrapas pero quedan sus múltiples secuelas: familiares con los bolsillos llenos, amigotes cómplices e innumerables incondicionales.

Y queda el poder usurpado con crímenes y el aparato armado, más el colchón que le brindaron políticos fascistas. O sea el poder no se derrumba. Se camufla. En el pasado fue el terror en un marco de libre mercado liberal o neo liberal. Lindos días de vino y rosas para los partidos que, desde la derecha o media derecha construyeron, apoyaron y disfrutaron de aquella dictadura. Y en la actualidad siguen perviviendo con el mismo hedor y descomposición.

Escribo no de Chile, sino de y sobre Portugal. Aunque tocando estos temas es inevitable pensar en la República del Mapocho. Con lo que ha pasado y pasa allá, sabemos de sobra que en todas partes se cuecen habas.

Portugal con sus 11 millones de habitantes, con sus emigrantes y desterrados es un pueblo que hoy vive días de angustia. Todo en crisis. Es un enfermo que se agrava más a cada momento y cuya dolorosa medicina nadie sabe si al final le causará alivio o lo aplastará.

En este país no hay crecimiento económico y, por consiguiente, no se pueden sanear las finanzas públicas.
Portugal en manos de social demócratas (ya no están en el Gobierno) perdió su soberanía cuando, para evitar la bancarrota y debiéndole a cada santo una vela, en mayo del 2011, lanzó un grito de auxilio. El ejecutivo del ex Primer Ministro, José Sócrates, recibió de la Unión Europea, al Fondo Monetario Internacional y al Banco Central Europeo, o sea a la famosa e impopular troika, 78.000 millones de euros.

El gobierno actual es de derecha. Lo encabeza un atildado burócrata, Pedro Passos Coelho. El hombre y su equipo, no han logrado reducir el déficit público. Los organismos prestamistas tuvieron que conceder un año más, hasta 2014, para que se cumpliera el objetivo propuesto: un pacto de estabilidad y crecimiento. Pero los porfiados números no cuadran. El déficit de este año será de un 5% del Producto Interno Bruto en vez del 4,5% acordado.

En este cuadro saltan los tapones. El paro laboral antes de fines de año irá a más de un 15,7%. Y puede crecer más si el año próximo la economía sigue en esta recesión.

El sueldo medio en Portugal oscila en torno a los 800 euros. Una miseria, considerando los altos precios de la comida o los arriendos. En especial la clase media, colchón de la base social y política, carga con un peso creciente. Desde el próximo enero los trabajadores cobrarán menos debido a que aumentaron el valor de sus contribuciones que deben pagar a la seguridad social. No solamente subió el IVA hasta 23%. Subió también el impuesto a la renta, los transportes, (cada día peor) los medicamentos, las entretenciones del pueblo, el cine o la comida. Con alegría patronal se abarata el despido, se suprimen festivos y se recorta el subsidio de paro de tres a dos años.

Cierran las tiendas, agonizan los barrios. Solamente los turistas brindan un respiro. Llegan a fotografiar la hermosa miseria, el casco antiguo de la capital con sus edificios vetustos, el desnivel de las calles o la basura que se acumula a las puertas del Parlamento. Llegan también los nuevos ricos de Rusia, de la Europa del Este o los angoleños platudos. También aterrizan sátrapas africanos y sus mujeres o jeques árabes con sus caros trapos al viento. Son millonarios flotando y aprovechando la ocasión, comprándolo todo, Y mientras vienen los avispados los jóvenes más afortunados, con un nivel educacional aceptable, emigran, acá no tienen futuro.

En esta Europa liberal y bancaria se salva bastante bien la alta economía. Sin ir más lejos (ya lo decíamos) los portugueses cotizarán más a la seguridad social y las empresas menos porque pasarán de un 23,75% a un 18%. Con esta maroma más de 2 mil millones de euros de los trabajadores caerán en manos de los empresarios.

Los informes de la macroeconomía y la miseria están a diario en la TV, siempre y cuando los canales no trasmitan fútbol, enfermedad endémica del país. Aquí un Ronaldo y sus venturas o desventuras salen hasta en la sopa.

El portugués, a diferencia de su bullicioso, vocinglero y atropellador vecino español, es tranquilo, recatado, modesto y tristón. Practica una cortesía sin fronteras, sobre todo con los turistas. Acaso sea por una larga tradición de opresiones tienen un comportamiento sumiso, inclusive usando añejas formas de respeto frente a quién está más alto.

A este pueblo navegante y antiguo, de riquísimo pasado le han escamoteado la vida ¿Quiénes? Ayer los reyezuelos y sus siniestros ensotanados. Luego, empresarios y emprendedores vivarachos sobre todo durante la interminable pesadilla (duro 36 años) del dictador Antonio de Oliveira Salazar y de su continuador (septiembre, 1968) el sibilino Marcelo Caetano. Esos tiranos, igual que su compinche Franco, utilizaron un aparato represor que torturaba y mataba a opositores y prohibía toda brizna de democracia. Caetano y compañía desaparecieron de la escena cuando el 24 de abril de 1974 irrumpió la revolución de los claveles (que poco tuvo de revolución) y se inició una era confusa que se alarga hasta hoy.

Los sanguinarios desaparecen pero quedan sus tenazas en la banca y negocios, con saqueos por doquier, generando una crisis como la actual. Con Salazar fueron muchos los desalmados que se enriquecieron a costa del país. Sus garras no sueltan, Es un fado furioso, destemplado y maldito. ¡Y qué pena! ¡Qué lindo país y paisaje es Portugal! Chile también lo es. Pero el precioso paisaje desaparece con el miedo, el abuso, el hambre y a la desesperanza.

Oscar “El Monstruo” Vega

Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos. Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortín Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce. Actualmente reside en Portugal.