A seis días de las presidenciales venezolanas, el candidato opositor Henrique Capriles Radonski recrudece su discurso contra su rival, Hugo Chávez, al que acusa de estar “enfermo de poder” tras casi 14 años al frente del país petrolero, durante una entrevista con la AFP.

“Nuestro pueblo sigue con la esperanza del cambio. El que cambió fue el candidato del gobierno. Yo vi un liderazgo mesiánico, yoísta, enfermo de poder”, dice Capriles, de 40 años, en alusión a la última vez que se cruzó personalmente con Chávez, en 2010.

“Todos los líderes en el mundo que terminan enfermos de poder, terminan mal”, insiste este exgobernador del populoso estado de Miranda (norte).

Capriles se mueve deprisa. Apenas cierra un mitin en el estado indígena Amazonas (sur), se sube a una furgoneta blindada, se cambia la camiseta empapada en sudor y en un abrir y cerrar de ojos está volando hacia Bolívar (sureste) en busca de los votos necesarios para tratar de vencer a Chávez.

Según muchas encuestas, las posibilidades de triunfo del candidato opositor sobre el presidente, favorito, residen en el sufragio de los que todavía se declaran indecisos.

Capriles evita citar a Chávez por su nombre y lo ataca cada vez con más dureza, contrastando con el discurso moderado con el que inició lo que llama su “camino” hacia el palacio presidencial de Miraflores.

“Hoy en día, si tú no te pones la franela del color (rojo, del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela), quedas por fuera” de los programas sociales, uno de los pilares del gobierno que le garantizan buena parte de su apoyo electoral entre las clases populares, explica.

“Para mí, eso es fascismo, las prácticas fascistas (a las) que el gobierno dice que quienes no militamos en su proyecto estamos asociados”, pero “es al contrario”, dice Capriles, en alusión a las invectivas que Chávez lanza en el mismo sentido contra la oposición.

El aspirante, que se jacta de no haber perdido ninguna elección – también fue alcalde del municipio caraqueño de Baruta -, reconoce que es la primera vez que matemáticamente la oposición tiene opciones de vencer al presidente.

“Nunca quienes no militamos en este proyecto (oficialista) habíamos tenido un proceso de integración para tener la unidad perfecta desde el punto de vista electoral”, dice el candidato, recordando que en las presidenciales del 2006 el opositor Manuel Rosales perdió de forma contundente contra Chávez (37% frente a 62% de los votos).

Capriles es el candidato de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), una coalición de partidos que en febrero pasado organizó unas inéditas primarias en las que se impuso este exgobernador.

Su campaña, que ha definido como la lucha de David contra Goliat por el inmenso poder que concentra el presidente y los recursos públicos que según la oposición utiliza para actos proselitistas, le ha llevado a recorrer unos 300 pueblos.

El mensaje es simple y concreto: promete acabar con los problemas cotidianos de los venezolanos que sufren por ejemplo en su piel el flagelo de la violencia, con una tasa de homicidios de 50 por cada 100.000 habitantes en 2011, la más alta de Sudamérica.

A la vez, asegura que conservará los programas sociales llamados “misiones” para mejorarlos: “En lo que fue acertado este gobierno fue en colocar el debate social en primer lugar. El problema es que no es suficiente debatir”, dice.

Capriles evita por otro lado responder a algunas preguntas. Si gana las elecciones, ¿cómo gobernará junto a unas instituciones públicas en las que el chavismo mantiene el poder, especialmente en la Asamblea Nacional, donde tiene mayoría? La respuesta promete darla el 8 de octubre, el día después de la votación.