En una sencilla vivienda emplazada en la población La Victoria, falleció el sacerdote francés Pierre Dubois el pasado viernes. El religioso se convirtió en un referente absoluto de la defensa de los Derechos Humanos durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Una vez que se conoció su deceso, de inmediato surgieron voces y lamentos por su muerte, junto con alabanzas y agradecimientos, especialmente de quienes lograron sobrevivir al régimen militar gracias a su trabajo pastoral.

En la memoria colectiva siempre estará su figura con los brazos abiertos en cruz enfrentando a Carabineros con su particular forma de hablar, durante un operativo en La Victoria, resultando con lesiones debido a los golpes recibidos por la policía.

Pese a ello, continuó con su particular forma de resistir a la represión, lo que le valió ser exiliado de nuestro país, retornando sólo una vez que Pinochet dejó el poder a inicio de los noventa.

La labor de Pierre Dubois sólo puede ser comparada con otros religiosos que se la jugaron por el rechazo a la violencia, como el cardenal Raúl Silva Henríquez. No obstante, se trata de una lista muy reducida, y que en el último tiempo fue reemplazada por otro tristemente célebre grupo… aquellos denunciados por abusos sexuales.

Dentro de un Estado laico, el rol de la iglesia -no sólo la Católica- debe ser velar por la democracia y los derechos de la ciudadanía, y no convertirse en señores feudales que usan la fe como vía para ganar dinero.

Cuando la religión pasa a convertirse en un negocio, pierde la consecuencia en lo que debe enseñar, como el amor a los demás, el bien común y el desapego a los placeres carnales, especialmente del dinero.

Esa ausencia de líderes como Silva Henríquez o Pierre Dubois, se ha dejado de manifiesto en los últimos conflictos sociales, como las movilizaciones estudiantiles, donde la Iglesia no ha logrado legitimarse para cumplir con un rol mediador que posiblemente favorecería el llegar a acuerdos.

Y en la zona roja del conflicto mapuche también se necesitan intercesores, para escuchar un pueblo que se hunde en el olvido y la desidia, que sólo pueden ser escuchados en la medida que usen la violencia en contra de otros, o atentando contra sus vidas con extensos ayunos.

Se extrañan personas como Pierre Dubois en nuestro país, y sobran personajes oscuros como Fernando Karadima. Quién puede dudar que el rol principal de la iglesia se ha disipado debido a los golpes propinados a la fe de muchos en esta institución.

La iglesia evangélica, por otro lado, pese al rechazo que genera por su posición en temas valóricos en las que se ha visto inmersa, cumple en cierta medida un papel muy importante al interior de las cárceles a lo largo del país, intentando que delincuentes puedan volver a reinsertarse en la sociedad, y en donde sus cánticos con panderos son respetados.

La dictadura acabó, pero los derechos de la ciudadanía siguen siendo vulnerados en nuestro país. Y ahí deben estar las instituciones religiosas para cumplir con el rol social que se les espera.