Muchos hablan y prometen, pero en Chile se protege poco y se destruye mucho. Fue promesa en el discurso presidencial del 21 de mayo… de 2011, y 16 meses después sólo se conoce una presentación básica y muy general que dice. Hace no menos de 17 años se insiste en la necesidad de tener una institucionalidad y leyes que estén acordes a los avances internacionales en la materia y al desarrollo del país.

Pero seguimos con una ley de 1970 y una sumatoria de otras que hacen que pocos entiendan a qué atenerse y una falta de coherencia propia de un país que no valora su patrimonio, sus raíces ni sus identidades. Y esto sin hablar del caos institucional referido al Patrimonio Cultural donde casi todos tienen injerencia (Ministerio de Educación con la Dibam y el Consejo de Monumentos Nacionales, al Ministerio de Vivienda y Urbanismo y sus viejas disputas por estar por sobre la ley 17.288, el Ministerio de Obras Públicas con su Programa de Puesta en Valor del Patrimonio, el Ministerio de Agricultura con los Parques Nacionales y afines, el Ministerio de Defensa con los museos y edificios de las FFAA, el Ministerio de Bienes Nacionales con la administración de muchas propiedades con valor patrimonial, entre otros) y casi ninguno se coordina.

Fiestas Patrias, tradiciones, cuecas, historia, folclor y tantas cosas más. Pero en la práctica y durante el resto del año lo que tenemos con mayor frecuencia es la destrucción de nuestro patrimonio. Baste recordar lo que ha pasado en los últimos años en Ñuñoa o Providencia, donde se ha demolido buena parte de sus mejores barrios. O la demolición de construcciones en zonas protegidas en Independencia o en Talca.

El Patrimonio Cultural parece ser importante sólo para estas fechas, donde hablar de la patria y de la identidad es algo obligado. Pero en Chile no está legalmente reconocido el patrimonio intangible, ni los paisajes culturales. Tampoco hay adecuadas clasificaciones del Patrimonio, al punto que bajo la categoría de Monumento Nacional cabe el Palacio de La Moneda como la sede del Colegio de Arquitectos, sin hacer las obvias diferencias entre uno y otro.

Lo sorprendente es que en todos estos años se han hecho diversas propuestas, algunas desafortunadas como la presentada –y muy rechazada- por el gobierno anterior. Pero todo sigue igual, muy propicio para la picota, la destrucción y la “gestión inmobiliaria”.

Desde mayo de 2011 el gobierno debiera estar trabajando en una nueva propuesta, pero incluso los consejeros del Consejo de Monumentos Nacionales sólo conocen una presentación Power Point muy general que poco dice. ¿Se estará avanzando a puertas cerradas? ¿Se puede pensar que en los pocos meses que le queda al Gobierno podrán sacar una ley si no han creado consensos previos? ¿Podrán avanzar con una nueva ley si no han hecho una construcción colectiva con los actores más relevantes del sector? ¿O este será nuevamente un tema que quedará postergado para el siguiente gobierno?

Lo más preocupante es que se saque una ley “a la rápida” para decir que se cumplió, basada casi exclusivamente en incentivos económicos (puesto que es casi de lo único que se habla, pensando que se puede hacer Política y Política Cultural sólo a punta de dinero, de bonos y franquicias económicas) o con un marco teórico francamente elemental y precario, como abunda en documentos oficiales recientes.

Chile es uno de los países más atrasados en materia de Patrimonio Cultural de Latinoamérica, lo que claramente no se condice con su desarrollo ni con su situación económica.

Después de tanta celebración, esperamos que se vuelva al trabajo y se retome seriamente este tema.