La lluvia, compañera habitual de los Abiertos de tenis de Estados Unidos, hizo una primera y repentina aparición el lunes en las canchas de Flushing Meadows, paralizando todos los partidos que se llevaban a cabo en la jornada matutina de la primera fecha de la edición 2012.

Apenas 90 minutos después de arrancar el último de los cuatro Gran Slams de la temporada un copioso aguacero cayó de repente y obligó a la suspensión momentánea de los 14 partidos que se llevaban a cabo en igual número de canchas.

Al momento de la suspensión, sólo se pudieron completar cuatro partidos femeninos, entre ellos el de la campeona defensora, la austaliana Samantha Stosur, que superó con un doble 6-1 a la croata Petra Martic.

Otro que vio interrumpido su encuentro fue el debutante argentino Guido Andreozzi, quien luego de perder los dos primeros sets (6-1, 6-2) ante el japonés Kei Nishikori le iba ganando el tercero (3-2) cuando la lluvia le cortó la inspiración.

La primera jornada del Abierto neoyorquino consta de 56 partidos de primera ronda en los cuadros de hombres y mujeres.

Como sucede cada año en este torneo, cada vez que caen los primeros chubascos en la catedral de cemento de Flushing Meadows, la cuestión del techo para evitar las interrupciones sale a relucir invariablemente, como los paraguas y las capas, que se han vuelto aditamentos imprescindibles en el US Open.

En los últimos cuatro años, la final de hombres se ha jugado un lunes, y no el domingo, como era habitual.

Desde el 2008, cuando la tormenta tropical Hanna cayó con furia sobre Nueva York y tuvo que jugarse la final un lunes por primera vez desde 1987, la historia se repite, y los argumentos de los organizadores también.

Con la misma intensidad de las lluvias, la Federación de Tenis de Estados Unidos (USTA) ha recibido frecuentes críticas por la falta de un techo desmontable o retráctil para su estadio Arthur Ashe, con capacidad para 23.000 espectadores.

“No puedo decir cuándo será eso. No puedo decir lo que va a costar, aunque es evidente que será más de nueve cifras”, dijo Gordon Smit, director ejecutivo de USTA.

Pese a que la final de los últimos cuatro años se ha jugado un lunes, Smit sigue insistiendo en que la decisión de techar o no el estadio depende, ante todo, de la relación costo-ganancia, y no de las quejas de los jugadores, la prensa y los aficionados.

“La cantidad de dinero que hemos perdido por no tener un techo y la cantidad de dinero que podría hacer mediante la adición de un techo es insignificante en comparación con el costo de agregar un techo”, dijo Smith.

El pasado año, el español Rafael Nadal -ahora ausente por una lesión- encabezó una rebelión de jugadores molestos ante la presión de los organizadores por jugar en canchas aún no completamente secas, ya que esto ponía en riesgo la seguridad de los tenistas.

Por lo pronto, el US Open permanecerá ahogado en un mar de críticas, mientras otros dos torneos del Gran Slam, el Abierto de Australia y Wimbledon, ya tienen techo, y el Roland Garros planea construirlo para 2017.