Para garantizar la igualdad de oportunidades entre los competidores de cada prueba, los atletas paralímpicos quedan reagrupados según el tipo de discapacidad que sufren, siguiendo un sistema muy complejo cuyos resultados no provocan unanimidad.

Decidir en qué prueba participa cada atleta se ha convertiro en un verdadero rompecabezas para los organizadores de los Juegos Paralímpicos, que se inaugurarán en Londres el próximo miércoles.

Por ejemplo, ¿es justo hacer correr en la misma prueba a un atleta con dos piernas amputadas junto a otro al que sólo le falte un miembro?

Algunos deportes son fáciles de organizar, como el goalball (practicado por ciegos y deficientes visuales), ya que todos los participantes, excepto los porteros, llevan un antifaz. Pero otras disciplinas, como el atletismo, son mucho más complejas.

Por este motivo, en los Paralímpicos se celebrarán hasta 15 finales de los 100 m planos masculinos: tres grupos para los ciegos y deficientes visuales, cinco para los que sufren problemas motrices provocados por daños cerebrales, tres para los amputados y cuatro para los que se desplazan en sillas de ruedas.

El problema es que a los atletas no se les clasifica sólo por si les falta un brazo o una pierna, sino que si la amputación la han sufrido por encima o por debajo de la rodilla, participan en una categoría u otra. Y cada deporte dispone de su propio sistema de clasificación.

En los deportes colectivos, cada jugador representa un cierto número de puntos en función de sus capacidades físicas. En básquetbol, por ejemplo, cada equipo no puede alinear más de 14 puntos.

Por ello, si hay pocos competidores en una misma categoría, deportistas con grados de discapacidad diferentes son alineados en la misma prueba, algo que algunos critican.

En algunos casos, se pueden llegar a suprimir ciertas categorías si no hay suficiente número de participantes inscritos.

El austriaco Thomas Geierspichler, de 36 años, fue campeón paralímpico de los 1.500 m en silla de ruedas en Atenas-2004 y, cuatro años después, en Pekín, ganó el oro en el maratón.

En Londres, sin embargo, únicamente podrá correr las pruebas de velocidad, después de que su categoría (T52) haya dejado de disputar las carreras de fondo, como consecuencia de un nuevo reglamento.

“Atletas altamente discapacitados deben enfrentarse ahora a deportistas que lo están menos. No es justo. Las medallas son inalcanzables”, para estos deportistas con más hándicap, criticó Geierspichler.

Al final “sólo habrá atletas ligeramente discapacitados en los Paralímpicos”, temió el austriaco. “Se eliminan las perspectivas para los atletas gravemente discapacitados, para quienes es más duro”, lamentó.

“Yo me entreno para la carrera de fondo y el maratón desde hace 14 años. Enterarse tan poco tiempo antes de los Juegos que ya no existen en mi categoría es alucinante”, criticó.

Y se compara con el etíope Haile Gebreselassie, doble campeón olímpico de 10.000 m en Atlanta-1996 y Sídney-2000: “Es como si le hubiesen dicho después que debía correr los 400 m”.

El deseo de aumentar la mediatización de los Paralímpicos explicaría, según él, estos cambios.

Geierspichler se mostró asimismo poco entusiasmado por la explosión mediática del sudafricano Oscar Pistorius, primer atleta doblemente amputado en participar en unos Juegos para atletas ‘válidos’, al que algunos consideran que sus dos prótesis de carbono le favorecen, incluso ante atletas sin discapacidad.

La velocista australiana Kelly Cartright, de 22 años y con una pierna amputada, encuentra esto “muy injusto, ya que él tiene dos piernas artificiales, mientras que los otros deben contar con su pierna válida”, según una entrevista al canal estadounidense ABC.

“Los deportistas muy discapacitados en silla de ruedas venden menos que un atleta que corre con dos piernas artificiales”, coincide el nadador austriaco Andreas Onea, amputado de un brazo, según una entrevista realizada para el diario Der Standard.