La Orquesta Sinfónica de Chile (OSCH) ofreció, este fin de semana, una inspirada versión del Requiem de Giuseppe Verdi, sensible obra religiosa compuesta por el gran músico italiano, con fervor en la liturgia y un vuelo lírico de extraordinaria hermosura.

La célebre obra del autor europeo fue muy bien dirigida, con sobria eficiencia y gran convivencia y unidad con los músicos y cantantes, por el maestro húngaro Zsolt Nagy.

Fundamentales fueron también en la presentación de viernes 24 y sábado 25 en el Teatro Universidad de Chile, el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile conducido por Juan Pablo Villarroel, la soprano Carolina García, la contralto Pilar Díaz, el tenor José Azocar y el barítono Arturo Jiménez.

La Misa de Réquiem, una de las obras más célebres, hermosas y de mayor proyección de las creaciones de Giuseppe Verdi, correspondía al décimo octavo concierto de la Temporada 2012 de la OSCH.

Obra profunda y bella

Composición sacra para coro, voces solistas y orquesta, la Misa de Réquiem de Giuseppe Verdi es una partitura exigente por su grandeza y extensión. En un principio fue relacionada por algunos especialistas más con la línea belcantista que con lo litúrgico dedicado a la muerte. No obstante hoy es reconocida la profundidad y validez de la emoción proyectada en una obra devocional de excepcionales características.

Aunque la primera intensión de Giuseppe Verdi fue escribir un Réquiem en memoria de Gioachino Rossini junto a otros compositores, esa idea finalmente no se concretó, conservando el Libera me que había escrito para ese proyecto. El 22 de mayo de 1873, profundamente conmovido por la muerte de uno de los intelectuales italianos que más admiraba, su amigo Alessandro Manzoni, decidió escribir una Misa de Réquiem en memoria del escritor. Lo hizo a partir del Libera me que contenía en sí el germen de trozos como el Dies Irae y Réquiem aeternam. A pesar de que Giuseppe Verdi no era una persona clerical sino reconocidamente agnóstica hizo en esta obra una música sincera y religiosa.

La partitura se estrenó el 22 de mayo de 1874, día de conmemoración del primer aniversario del fallecimiento de Manzoni en la Iglesia de San Marco, en Milán, bajo la batuta de su creador. El triunfal recibimiento que le brindó el público a la obra la hizo rápidamente conocida en Europa.

El director del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, Juan Pablo Villarroel, la definió como “una obra muy dramática donde la idea de la muerte como drama está presente durante toda la pieza. Basta recordar que el Dies Irae cruza la composición desde el comienzo hasta el final”, sostiene.

Hay que añadir que los cuatro solistas y el coro de la U. Chile, estuvieron a la altura de la bella y exigente composición y constituyeron un todo armónico con la orquesta, que respondió en pleno para una interpretación de gran belleza.

Villarroel destaca el rol del coro como fundamental al igual que en todas las misas porque lleva toda la estructura de la obra. “Siempre es un gran desafío hacerla pese a ser una pieza de repertorio para el coro. De hecho es una obra que no se hace muy seguido porque requiere de una orquesta y un coro de grandes dimensiones como la Orquesta Sinfónica de Chile y el Coro Sinfónico, conjuntos que el CEAC de la Universidad de Chile posee”.

No existe un determinado estilo para abordar el texto litúrgico, sino que cada creador busca sinceramente los elementos y el lenguaje que le son más naturales. Como ocurre con un Mozart, un Brahms o un Fauré, la música de este Réquiem refleja libremente el carácter y la calidad que caracterizan la obra verdiana.