Los rebeldes de Alepo, principal ciudad del norte de Siria, amenazaron con recurrir a la red Al Qaida para obtener ayuda si Occidente mantiene su negativa a proporcionar armas a los insurgentes sirios para combatir a la fuerzas del presidente Bashar al Asad.

“No queremos a Al Qaida aquí, pero si nadie nos ayuda, nos aliaremos con ellos”, explica exasperado Abu Amar, comandante rebelde de Bab al Nasr, en el centro de Alepo escenario de violentos combates desde hace casi un mes.

“Apuesto que si esos combatientes vienen, lavarán el cerebro de los habitantes y que si entran en Alepo la ciudad se convertirá en su base en tres meses”, sentencia.

La oposición pide regularmente a la comunidad internacional, paralizada por sus divisiones, reaccionar para impedir que Asad continúe su represión contra la revuelta, que, poco a poco, se transformó en oposición armada.

Reclama una “zona de exclusión aérea” similar a la instaurada durante la revuelta en Libia en 2011, o la entrega de armas a los rebeldes del Ejército Sirio Libre (ESL, compuesto por desertores y combatientes civiles) mal equipado frente a la capacidad militar de las tropas del régimen.

Según los expertos, cuanto más se alargue el conflicto, aumenta el riesgo de que se radicalice.

Estos últimos meses, varios informes reflejaron la llegada a Siria, a través de Turquía, de numerosos yihadistas, pero combatientes y expertos afirmaron que Al Qaida no estaba presente como fuerza organizada.

En julio, en Alepo, un periodista de la AFP encontró combatientes extranjeros que afirmaban proceder de Argelia, Chechenia, Francia y Suecia.

Otro periodista de la AFP descubrió combatientes árabes, algunos sauditas, en un puesto fronterizo entre Turquía y Siria. Osman Karahan, abogado turco, perseguido en su país por supuestos lazos con Al Qaida, murió en combates en Alepo.

¿Una alianza provisional?

Expertos señalaron que, aunque Al Qaida no estaba presente en el territorio como organización, algunos grupos comenzaron a utilizar sus métodos.

Washington, que durante mucho tiempo acusó a Siria de hacer la vista gorda sobre los yihadistas que atravesaban su territorio para combatir en Irak, se negó oficialmente a proporcionar armas a los rebeldes, ante el temor de que lleguen a Al Qaida.

En febrero, el jefe de Al Qaida, Ayman al Zawahiri, apoyó públicamente la revuelta siria, pero los rebeldes calificaron su llamamiento de “injerencia”.

Desde el principio de la revuelta en marzo de 2011, Asad afirma combatir un complot urdido por el extranjero y una insurrección islamista de “grupos terroristas armados”.

La oposición siria rechaza este discurso e insiste en que reclama la libertad y la democracia, mientras que los grupos como Al Qaida buscan el establecimiento de un Estado islámico.

Pero los rebeldes se encuentran divididos sobre este tema y algunos están dispuestos a un pacto con grupos radicales para acabar con Asad.

“El principal objetivo es parar el derramamiento de sangre en Alepo. Si ni Occidente, ni los árabes nos ayudan, pediremos a Al Qaida detener este baño de sangre”, declara Bara al Halabi, un militante de Alepo que aseguró que este tipo de alianza solo puede ser provisional.

“Al final, serán los habitantes de Alepo quienes decidan su futuro. Y el pueblo que se levantó y combatió a un dictador como Bashar al Asad podrá después combatir también a Al Qaida”, estima.