En apenas unos meses, el Málaga CF, que pensaba que le había tocado la lotería después de haber sido comprado por el jeque catarí Abdulá Al-Thani, ha pasado del estatuto de nuevo rico al de una entidad de recursos modestos.

A escasos días de iniciar una de las temporadas más importantes de su historia, en la que podría participar en la próxima Liga de Campeones si supera la eliminatoria previa contra el Panathinaikos griego, el Málaga ha visto como su todopoderoso propietario ha cortado el grifo del dinero.

El resultado ha sido que el club andaluz pasó de ser el animador del mercado de fichajes el pasado verano (pagando 58 millones por Cazorla, Toulalan o Van Nistelrooy) a verse forzado este año a vender a algunas de sus estrellas para poder pagar las nóminas del resto de futbolistas.

Así, se ha visto obligado a traspasar al propio Cazorla al Arsenal, al venezolano Salomón Rondón al Rubin Kazan y al holandés Mathijsen al Feyenoord, piezas fundamentales en la consecución de la histórica cuarta plaza lograda en la pasada temporada.

Los 26 millones recaudados con las ventas de estos jugadores han servido para pagar una parte de los altísimos salarios prometidos a los jugadores hace un año para que se unieran al proyecto malacitano.

Oficialmente, las razones ofrecidas por el club para explicar este brusco cambio de situación parecen bastante poco claras.

“El club de Málaga ha iniciado un proceso de reestructuración interna para adaptarse a las exigencias del ‘fair-play’ financiero, con el objetivo de garantizar la autosuficiencia de la entidad”, explicó en un enigmático comunicado en su sitio web a principios de agosto, refiriéndose a la normativa que impulsa la UEFA para equilibrar las finanzas de los clubes europeos.

Pero los hechos demuestran que el jeque está retirando sus inversiones.

Creyendo que con su venta a Al-Thani en junio de 2010 se ponía a salvo de los problemas financieros vividos en el pasado, el Málaga está siendo actualmente víctima de una gestión errática que le ha llevado a menudo a pagar con retraso a otros clubes por los traspasos realizados.

Esta falta de rigor ya provocó la salida del club de Fernando Hierro. El exfutbolista del Málaga y del Real Madrid abandonó en mayo pasado su puesto de mánager general del club cansado de tener que negociar con otros equipos para que no denunciasen a la entidad andaluza por impago.

Obligado ahora a apretarse el cinturón tras haberse dado a la gran vida, se podría pensar que el equipo blanquiazul se despierta bruscamente de su particular cuento de hadas.

En la Rosaleda (el nombre del estadio del equipo) se resignan: “Éramos un gigante con pies de barro y no tuvimos otra opción que vender para recuperar nuestro equilibrio financiero”, explicaba recientemente un responsable de la entidad al diario El País.

El Málaga deberá hacer frente a la nueva temporada sin algunas de sus piezas básicas en la pasada temporada como los ya comentados Cazorla, Rondón y Mathijsen y el delantero holandés Van Nistelrooy, que decidió retirarse al finalizar la pasada campaña.

Superar la eliminatoria contra el Panathinaikos y clasificarse para la Liga de Campeones se antoja indispensable para el club, no sólo porque descubriría por primera vez el mayor campeonato europeo por equipos, sino que su participación en el torneo le aseguraría un mínimo de 8,6 millones de euros.