Glen Mills, entrenador y presidente del Racers Track Club de Kingston ha logrado reunir una cuadra de caballos pura sangre inédita en la historia, con la megaestrella Usain Bolt, primer velocista en ganar cuatro títulos individuales olímpicos de velocidad, a la cabeza.

Cuando se habla de sus ‘crías’, Mills, de 62 años, pone mala cara y dice con su voz pausada que “no es exactamente eso, se supone que hay una parte genética, pero también hay un trabajo realizado”.

Sin embargo, su labor es más sencilla cuando tiene que elegir entre los cientos de talentos que acuden a él para formar parte de su grupo de trabajo.

La historia de este entrenador comenzó cuando sólo contaba con 16 años y se convirtió en preparador ayudante del equipo de un instituto después de darse cuenta de que no tenía condiciones para brillar en la pista.

En 1968 se pagó de su bolsillo el viaje a México para aprender sobre el terreno, en los Juegos Olímpicos, de varios entrenadores estadounidenses antes de especializarse en velocidad.

Mills observa, escucha y aprende rápidamente. En 1987 es nombrado entrenador jefe de Jamaica y se convierte en un descubridor de talentos. Su ojo es una prueba infalible para detectar talento a primera vista.

Por ejemplo Bolt, que fue el más joven campeón del mundo junior de la historia con 15 años y 332 días en 2002, un éxito que precedió al gran fracaso que conoció en los Juegos de Atenas-2004, cuando fue eliminado en las series de 200 metros.

El comienzo de las visitas a la consulta del doctor Hans-Wilhelm Müller-Wolfarth, en Múnich, constataron que la recuperación física y técnica de Bolt era posible. El tallo jamaicano tiene un motor de Fórmula 1 con una carrocería vulnerable. Con esa base, había que comenzar a pulir al diamante.

Bolt inicia la metamorfosis, respaldado por Mills, un segundo padre que se muestra inflexible con el plan de entrenamientos sabiendo cómo administrar al jamaicano las dosis exactas del palo y la zanahoria.

Entonces llegá la explosión de Pekín-2008 y el descubrimiento planetario de Mills y su grupo de trabajo, formado por seis entrenadores con 40 atletas a sus órdenes, entre ellos un joven de 18 años entonces llamado Yohan Blake que se convertiría en el delfín de Bolt tanto en los 100 metros como en los 200.

Bajo la dirección de Mills, el espigado Bolt (1.96 metros y 86 kg.) y el musculoso Blake (1.80 metros y 78 kg.) entrenan juntos pero tienen ejercicios diferenciados adaptados a sus muy diferentes condiciones.

El entrenador jefe debe administrar los intereses económicos y los egos de sus atletas. Sabe que el presente es Bolt, pero ya piensa en las nuevas generaciones.

Parece que el establo seguirá ofreciendo las mejores crías de la velocidad mundial. El Racers Track Club copó el podio en Londres con el bronce de Warren Weir, la última sensación de la factoría Mills.