Era un niño, que en aquel entonces crecía pensando en salir del colegio rápidamente para ir a jugar. Claro, la escuela me ocupaba gran parte del día y el resto era para disfrutar.

Básquet, vóley, rugby, fútbol eran los deportes en los que el barro hasta el cogote y mucho frío no eran impedimento para pasarlo bien. La juventud y las ganas eran mi fortaleza.

Pensaba por momentos que lo mío era sí o sí el deporte, y puntualmente el fútbol. Aparte, como dice el refrán: “el más gordito al arco” o “el dueño de la pelota”. Bueno, por suerte, y gracias a Dios, por lo general yo cumplía las dos condiciones, así que el arco era mi lugar.

Claro que cuando llegaba a casa, había que cumplir con ciertas tareas del colegio, por lo que una buena ducha y el momento de pensar en hacer las tareas. Allí estaba el gran desafío: PENSAR.

Con el tiempo me di cuenta que cuando jugaba, también pensaba -jajajjajaja-, recuerdo que había una serie en TV que se trataba de una señorita movía objetos con la mente, e incluso debo confesar que lo intenté varias veces, llegando a creer que la mente me hablaba, cuando era sólo un pequeño.

Pasaron muchos años, y uno observa esa realidad. Por ejemplo, me llamo mucho la atención un levantador de pesas de los JJ.OO. de Londres que antes de iniciar su rutina hacía señas con su dedo en la sien, como diciendo: “Allí está la clave: debo mandar señales que se puede levantar este peso”. Primer intento y falla, segundo intento: misma seña y falla, al tercero: misma rutina y lo logra. Se levanta y al termino de su participación hace un gesto nuevamente con su dedo en la sien, como indicando que todo está allí: la mente domina al cuerpo.

Hay muchos ejemplos de esto. Quién no ha escuchado historias de gente que ha tenido un accidente, en donde muchas veces hay un familiar atrapado en el auto volcado, y no se explican cómo pero lo cierto que han logrado dar vuelta el auto solos, cuando aquello en condiciones normales sería imposible.

Bueno, casos como aquel hay muchos, pero lo que es claro para mi, es que la mente tiene un poder inimaginable y que los limites se los pone cada uno.

En el fútbol aquello es muy importante. El desafío es que este pensamiento se transforme en colectivo, y que el colectivo tenga la convicción de que lo que está haciendo le llevara al éxito.

Quizás, realizar muchos entrenamientos tendrá una gran importancia, pero lo primordial será la capacidad que tenga el técnico de convencer a sus jugadores para que ellos tomen como propia la causa.

Tuvieron que pasar muchos años de aquel chico que jugaba hasta ahora para darme cuenta que la mente domina al cuerpo y que “el grado de tu convicción determinara tu éxito”.