Entre los 275 fondistas kenianos que lograron la marca mínima para acudir a la prueba de maratón de los Juegos Olímpicos de Londres, la federación del país africano debió elegir a tres y los afortunados fueron Abel Kirui, Wilson Kipsang y Emmanuel Mutai.

En 2011 se llevaron todo. Realizaron los 20 mejores registros del planeta, ganaron los cinco grandes maratones (Berlín, Boston, Chicago, Londres y Nueva York), ganaron el oro en el Mundial de Daegu (Corea del Sur) y batieron el récord del mundo en la capital alemana por medio de Patrick Makau (2 horas, 3 minutos y 38 segundos).

Hasta los Juegos de Pekín-2008, Etiopía se había convertido en dominador del maratón, pero llegó Samuel Wanjiru, primer campeón olímpico keniano de la distancia.

El ídolo falleció en mayo de 2011 al caerse, ebrio, del segundo piso de su casa. Desde entonces muchos kenianos han visto en el maratón y en los premios que se dan en esta prueba un medio de supervivencia.

“La competencia es tal que para sobrevivir debes ser el mejor. No hay otra alternativa que ganar”, confiaba Wilson Kipasang al diario L’Equipe el pasado mes de abril.

La falta de contratos de las marcas deportivas obliga a los kenianos a correr por dinero.

“Las carreras son nuestro trabajo y el maratón es el que paga más ya que la pista ofrece poco salvo a los velocistas. Es por eso que los kenianos van dejando los 5.000 y 10.000 metros y se pasan al maratón”, añade Kipsang, uno de los tres kenianos de Londres-2012.

Estas palabras son confirmadas por el plusmarquista mundial Makau, que se ha quedado fuera de los Juegos.

“Yo decidí empezar directamente en pruebas de carretera y no de pista sencillamente por el dinero. En los maratones hay mucho más dinero que en la pista y yo lo necesitaba para ayudar a mi familia, que era pobre”, reconoció Makau.

En 2011, un total de 90 millones de euros fueron invertidos por los maratonianos kenianos en su país, que tiene en esta especialidad deportiva una fuente importante de ingresos, en una nación en que el 75% de la población vive con menos de un dólar diario.

Pese a todo, viven en condiciones humildes en el campo, cerca de sus famiias. “Eso no permite estar tranquilos, lejos de las solicitudes que nos llegan y los fines de semana podemos estar con los nuestros”, afirma Abel Kirui, campeón mundial de la distancia en Berlin-2009 y Daegu-2011, que busca en Londres el título olímpico que le falta.