El nuevo presidente de Paraguay, Federico Franco, un médico cirujano de 49 años, es un duro crítico del presidente venezolano Hugo Chávez, y dice inspirarse “bastante” de los gobiernos de centroizquierda como los de Luiz Inacio Lula da Silva o Michelle Bachelet.

“Yo no creo que Chávez sea un ejemplo (de gobernante) digno de citar. El pueblo está hastiado de autoritarios que coartan la libertad”, dijo Franco en un diálogo de hace un tiempo con la AFP. No es partidario de que mientras Chávez sea presidente, Venezuela ingrese al Mercosur.

“Un país donde no hay libertad de prensa, un país donde las autoridades electas por el pueblo, como Ledesma, que fue electo intendente de Caracas, no pueden gobernar, no podemos aceptar que Chávez forme parte del Mercosur. Y ¿qué es eso de gobernar por decreto sin participación del Congreso? ¿Es eso democracia?”, se preguntó.

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Franco sostiene que Paraguay no tiene todavía espacio para la izquierda. “La izquierda extrema, la marxista, trotskista ya está perimida, acabada. Los gobiernos de centro izquierda como Tabaré (Vázquez en Uruguay), Lula (da Silva en Brasil), (la chilena Michelle) Bachelet, al contrario, fueron exitosos. Yo me inspiro bastante en ellos”, puntualizó.

Un hombre de vida recatada con su esposa la diputada Emilia Alfaro, Franco fue escalando posiciones políticas desde concejal de una urbe vecina a Asunción, Fernando de la Mora, a intendente de la ciudad y luego gobernador del departamento Central, en el área metropolitana de Asunción.

Postulado como pre-candidato presidencial para las elecciones del 2013 por el Partido Liberal Radicala Auténtico (PLRA, centroderecha), fue llamado a jurar como jefe de Estado tras la sorpresiva destitución de su compañero de fórmula y ex obispo católico.

Lugo no tenía ninguna empatía con su vicepresidente y le hizo varios desplantes, como marginarlo de reuniones del consejo de ministros, a pesar de que debía oficiar como enlace entre el Ejecutivo y el parlamento. No obstante, su comunicación con Lugo nunca se interrumpió, según confío a la AFP.

“Si le digo que compartimos muchas cosas, le voy a mentir, pero mi relación con él es buena, profesional y responsable”, comentó entonces.

Admitió que los obispos -como Lugo- están acostumbrados a escuchar pero que no son muy proclives a hablar.
Cuando lanzó su pre-candidatura manifestaba estar seguro que Lugo iba a terminar acompañándole. “Yo he sido buen compañero de Lugo”, insistió.

Habitualmente serio y observador, escudriña a sus interlocutores como si estuviera diagnosticándolos, acostumbrado a su papel de médico clínico.

“Gracias a Dios, a los lugares adónde voy soy bien recibido. La gente me reconoce”, afirmó con falsa modestia.
Se declaró “predecible”.

De su partido Liberal, la segunda fuerza política detrás del partido Colorado (derecha) en el parlamento paraguayo, donde también su padre médico militó desde joven, dijo que “tiene musculatura”.

“Tiene 120 años de historia. No es un engendro de ciudadanos que se unen ahora. Tiene reminiscencia, tiene gimnasia democrática”, remarcó.