David Nalbandian estaba jugando su mejor torneo y en la superficie que, en definitiva, mejor le sienta, recordando que hace justamente 10 años atrás y con apenas 20 de edad, jugó la final del Abierto de Inglaterra en Wimbledon y que a mediados de esa misma década sostuvo sobre el césped de Sydney, en Australia, a un equipo argentino que requirió de su enorme jerarquía para ganarle al equipo local en un match de Copa Davis.

En Queen´s este último fin de semana y tras un primer semestre de mediocre hacia abajo, el tenista a argentino consolidaba una actuación que le daba aires para el Abierto de Inglaterra que dará comienzo en una semana más. Marín Cilic, el talentoso jugador croata que en los últimos meses fue víctima constante de Juan Martín del Potro, había cedido el primer set y ganaba 4-3 en el segundo del partido final que lo enfrentaba con Nalbandian.

De repente y como si se hubiera tratado de una explosión, el escenario del court central cambió radicalmente. Nalbandian estaba discutiendo con uno de los jueces de línea, de apellido McDougall, ante el silencio de la multitud que llenó el célebre court central de un torneo legendario y la incredulidad de su rival, el balcánico Cilic que no entendía lo que estaba sucediendo.

El señor McDougall mostraba la parte inferior de su pierna izquierda sangrante, mientras no aceptaba las disculpas del tenista argentino. ¿Qué había pasado? Una pelota muy cruzada de Cilic no pudo ser alcanzada por Nalbandian quien en su carrera terminó muy cerca de la posición del árbitro de línea. Frenó, se disgustó por el punto ganado por su contrincante y no tuvo mejor idea que descargar su ira pegándole un puntapié al cerco de madera, lo más parecido a un cajoncito que suelen colocarse en los courts para que allí dentro se sienten los jueces de línea. Un pedazo de madera de dicho cajón se incrustó sobre la tibia del colaborador del juez de silla. Allí terminó el partido y comenzó el drama para el cordobés.

El supervisor general del certamen dio por concluido el match con la victoria de Cilic, a Nalbandian le quitaron los puntos ganados hasta ese momento, los más de 50.000 dólares que había acumulado (sin contar los premios que estaban en disputa en la final) hasta las semifinales y por si fuera poco, se presentó una denuncia en su contra por agresión ante Scotland Yard.

Nalbandian, un talentoso que ha ganado menos de lo que su capacidad tenística y anímica ha presentado en sus más de 12 años de carrera profesional, reaccionó de esta forma porque siente que en los últimos tramos de su carrera las opciones como la de Queen´s son y serán cada vez más escasas, porque la velocidad propia ya va cediendo y los más jóvenes juegan hoy con más potencia que en la época en la que el unquillense daba sus primeros pasos profesionales.

Así es el tenis de hoy, seguramente avanzará en la búsqueda de mayores potencias y lo que hoy vemos como casi inaccesible para la mayoría de los seres humanos, apenas un millar de jugadores alcanza a integrarse a ese círculo tan especial.

El remedio, claro, lo poseen ese puñado de talentosos que trabajan, entrenan, se perfeccionan (Djokovic, Nadal, Federer, Murray, del Potro, Berdych, Ferrer…). Nalbandian, precisamente, solo se recostó a lo largo de su trayectoria en la pared del talento…El del esfuerzo, trabajo, concentración (en algún momento y en medio de sus actuaciones en torneos de ATP llegó a correr en una fecha del Mundial de Rally con una escudería propia…) lo dejó de lado pensando que su formidable revés a dos manos y su variedad de golpes lo mantendrían, casi para siempre, en el pedestal con los mejores…

En su otoño tenístico, el cordobés, que también ha sido operado de la cadera, puede gozar todavía de algunas ocasiones más para entregar lo que aún mantiene en sus alforjas: el Abierto de Inglaterra, los Juegos Olímpicos también en Londres, la temporada de canchas rápidas de Estados Unidos en julio-agosto y la semifinal de Copa Davis ante República Checa en Buenos Aires en septiembre. Si Argentina vence a los checos y se intala en el match decisivo de noviembre, Nalbandian, ha dicho, comenzará a desandar el camino del adiós.