Cualquier europeo o algún ciudadano chileno residente en estos pagos (y sin derecho pleno a voto en nuestro país) suele preguntarse varias cosas. Vamos viendo: ¿qué hacer con esa estúpida decisión del Ministerio de Educación respecto de que la terrible dictadura de Pinochet será nombrada en textos escolares simple y suavemente como “régimen militar”?

Amables palabras para un período de asesinatos, torturas, destierros y abusos sin fin, cuando se quebró la sociedad y en cuya planificación y acción malévola intervinieron compatriotas variopintos, con o sin uniforme, sin dios ni ley. Muchos de ellos aún se pasean orondos, manejan negocios sucios en general, dictan cátedra hasta en universidades (de primera o rascas), viajan a sus anchas y concurren fervorosamente al buen confesionario.

Un país maquillando el pasado y a la pinta del poder dominante es una vieja maroma que, por ejemplo, sigue porfiando en la España actual, donde el franquismo y sus viles crímenes aparecer libres de polvo y paja hasta en las enciclopedias oficiales.

Es preocupante. Tergiversando la verdad se comienza lento y se llega lejos. Aún se escucha la grita desaforada de los pinochetistas hace una semana en Santiago. En la Europa, escarmentada en suciedades, no podían creerlo. El homenaje al “venerable” general embustero que se sacrificara para salvarnos del “marxismo leninismo” y de paso embolsarse cuanto dinero y otros bienes encontrara a mano es, cuanto menos, vergonzante.

¿Qué hacer? Las palabras son las mismas que encabezaron un texto en Rusia en 1902. Era la cuestión esencial para Vladimir Ilich Lenin, ¿Qué hacer? Pues abrir camino. En ese documento histórico precisó las condiciones para delinear y avanzar en la lucha política de su entorno. En medio de una agobiante situación bélica continental debió hacer frente al revisionismo menchevique, o sea a los social demócratas.

“¿Qué hacer?”. Las dos palabras no están en ningún baúl de los recuerdos. Son palabras vivas y vigentes, sin ir más lejos, en los acuciantes problemas que pesan ahora en esta Europa de los Diecisiete, la de la Unión Comunitaria azotada por bancos reventados, primas de riesgo en el suelo, un vendaval griego y otro español, dos pacientes moribundos que precisan de un urgente boca a boca para seguir en el baile de la Europa Comunitaria.

La economía del mundo afronta una recesión catastrófica. La eurozona se contrae y zangolotea. Poca información, muchos rumores, diagnósticos equivocados, anuncios tremebundos y miedo que siempre es contagioso. Los observadores más serenos concluyen que, después de lo ocurrido en las elecciones griegas se necesitan políticos más altruistas, que no mientan, que den la cara y que protejan a los ciudadanos de la atrofia. Se necesita una autoridad política, bancaria y monetaria común.

En los orígenes del descalabro citamos, por ejemplo, la llamada “burbuja inmobiliaria”, fenómeno español de hace 10 o mas años. Generada por la especulación y la irresponsabilidad empresarial de la derecha (la misma derecha que hoy está en el Gobierno) convirtió al país en un lastre para la economía comunitaria. Una de cada cuatro trabajadores españolitos se encuentra hoy mano sobre manos, cesantes. En este caos, cuando se aproximan más días negros para la gente de a pie en todo el continente, la pregunta desesperada es ¿qué hacer?

Alemania recuerda que las guerras y divisiones territoriales han quedado atrás, es necesario avanzar en la integración. Pero su dirigente Angela Merkel no se olvida agregar que “Alemania no tiene una fortaleza infinita para sacar por sí misma a Europa de la crisis”. El portugués Durao Barroso, jefe máximo de la Comisión Europea explica: “tenemos un problema sistémico” o sea nos hundimos todos. No más le faltó decir sálvese quién pueda.

¿Qué hacer? Respiremos hondo y asomemos a otros flecos del tema acaso menos terribles. En Vigo, un puerto gallego donde -como en Valdivia- llueve todo el año terminó ha poco una cita mundial de urólogos. Entre ponencias y condumios, confrontados a decenas de situaciones de la salud humana, los especialistas se dieron de bruces con un asunto: la actual y creciente disfunción eréctil del europeo agobiado. La inapetencia sexual está motivada –dijeron- por un abanico de factores pero hoy en día, hablando en plata, tiene que ver con la cuestión central, el caos de la economía.

Si el porongo está en crisis, reflexionó uno de los especialistas, no hay droga que valga para resucitarlo; hay que llamar a los sicólogos, a los siquiatras. Y acaso sea necesario estudiar caminos distintos, por ejemplo poner atención al modo de vida de una especie hermana, un mono próximo a nuestra especie, el Bonobo. Micos tranquilos, sociables, simpáticos, nada de agresivos. Los bonovos, (cierren ojos y oídos los moralistas ñoños) son animales promiscuos. Todos sus conflictos, desavenencias, desajustes e incordios los arreglan practicando alegremente el sexo.

Aquí se abre un terreno donde los humanos hemos caminado de un modo bastante pacato, por decir lo menos. Y aún en medio de hipocresías y creencias dogmáticas no terminamos de sorprendernos. Biólogos aplicados -informe publicado este junio por la revista “Investigación y Ciencia”- van descubriendo hoy la evolución de la poliandria: el apareamiento promiscuo de las hembras.

Durante siglos –dicen los especialistas- se consideraba que la relación sexual dominante en el mundo animal era la monogamia. Nones. En las últimas décadas, aplicando sistemáticamente análisis de paternidad, ha surgido un nuevo fenómeno: la poliandria. Es el apareamiento de una hembra con varios machos en el transcurso de un mismo episodio reproductivo. Tomando como ejemplo un ícono tradicional de la monogamia, las aves, que se creía formaban parejas estables, descubrieron que más del 70% de las hembras, a diestra y siniestra, copulaban con otros machos. Y no es novedad. Lo mismo sucede en otros grupos de animales.

¿Qué hacer? Es necesario saber más porque ¿quién sabe? algo nos pueda servir a nuestras pobres vidas arrogantes y animales. Estudiando las tantas uniones, explican los expertos. hemos descubierto que la inversión de la hembra es mayor, sus réditos redundan en una mayor eficacia biológica y de mejoría genética.

No resulta ocioso, entonces, volver a la pregunta ¿Qué Hacer? Encontrar más luz ante cualquier crisis. Por desgracia lo hacemos metidos en un mundo sofisticado donde, curiosamente, el hombre contemporáneo se ha convertido en una especie primitiva repleta de informaciones pero, todo hay que decirlo, con muy poca base. El meollo, los cómo y los porqué de los problemas ya no interesan tanto.

Si la economía de Europa está en las cuerdas, si el Chile neoliberal cacarea de su seguridad –sin igualdad en el bienestar- hay demasiadas trampas de por medio. Al desgaire nombremos algunas, de chincol a jote: Un: el litio, precioso mineral que desde La Moneda se lo están ofreciendo en bandeja a los explotadores forasteros. Dos: los parlamentarios que, según las encuestas, poco o nada representan. Tres: el sistema binominal que, con tanta Desconcertación de por medio, sigue siendo una estafa, Cuatro: la porfiada existencia de una educación enclenque, sobre todo la superior. ¿Que hacer?

En esta última trifulca, la educacional, se escuchan voces certeras. El jesuita Jorge Costadota, elaboró un certero análisis ¿Es qué están las universidades católicas? El hombre escribe sin tapujos. Pide una formación estudiantil honda y firme, con mayor ciencia, para elaborar una sociedad mas justa. Pide vivir de frente la experiencia de una sociedad injusta. Entender que en este liberalismo sin tasa ni medida reina la impotencia de los pobres. Es importante, dice, aprender de ellos, de como luchan por la vida.

Nada de apatías ni de ausencias sociales. ¿Qué hacer? ¡Caramba! hay mucho que hacer.

Oscar “El Monstruo” Vega
Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos. Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortin Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce. Actualmente reside en Portugal.