La líder de la oposición birmana, Aung San Suu Kyi, se comprometió el sábado en Oslo a mantener su combate por la democracia y formuló un llamado a la reconciliación en su país, durante el discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz, que le había sido otorgado en 1991.

Al cabo de un año marcado por reformas llevadas adelante por el actual régimen birmano, Suu Kyi prometió trabajar por la reconciliación nacional, pero también recordó los problemas que aún persisten, como los prisioneros por delitos de opinión o la continuidad de los conflictos étnicos en diversas regiones del país.

“Mi partido, la Liga Nacional por la Democracia, y yo misma estamos listos y deseosos de desempeñar cualquier papel en el proceso de reconciliación nacional”, dijo la ‘Dama de Rangún’ en su discurso.

Con una flor prendida en los cabellos, como acostumbra, y vestida con un tradicional vestido violeta y un largo echarpe, Suu Kyi fue ovacionada por un grupo de personalidades y representantes del exilio birmano, reunidos para la ocasión en la alcaldía de Oslo.

Suu Kyi reiteró su “optimismo prudente” ante la transición democrática en su país, dirigida por el actual presidente, Thein Sein, un exgeneral que constituyó un gobierno casi enteramente civil.

“Si me manifiesto en favor de un optimismo prudente no es porque no tenga confianza en el futuro, sino porque no quiero fomentar una confianza ciega”, explicó.

Aunque el gobierno birmano haya firmado un alto el fuego con la mayoría de los grupos étnicos rebeldes, “los conflictos no han terminado” en el país, recordó, citando los enfrentamientos que oponen a la comunidad budista y la minoría musulmana, y los combates con los insurgentes kachins.

“Las hostilidades no han cesado en el extremo norte (con los kachins). En el oeste, la violencia comunitaria se manifiesta en forma de incendios y asesinatos, que tuvieron lugar justo cuando comenzaba el viaje que me trajo hasta aquí”, dijo Suu Kyi.

Los enfrentamientos entre budistas y musulmanes ya dejaron un saldo de por lo menos 50 muertos desde el 28 de marzo, de acuerdo a la prensa oficial birmana.

En su discurso, Suu Kyi dijo que recibir el Premio Nobel de la Paz de 1991 la inspiró a continuar su actividad en favor de la democracia y “abrió una puerta en el corazón”.

La líder birmana también recordó que “un prisionero de opinión es un prisionero de más”.

“Por favor, recuérdenlos y hagan todo lo que está en su poder para conseguir lo antes posible su liberación incondicional”, pidió.

Cuando el Premio Nobel le fue concedido, en 1991, Suu Kyi prefirió no viajar a Oslo para recibirlo por miedo de no poder retornar y tener que permanecer en el exilio. Con su gesto, se convirtió en una imagen de la oposición pacífica en el mundo.

En aquella oportunidad, su esposo, el profesor universitario Michael Aris, y sus hijos Kim y Alexander, fueron los encargados de recibir el premio en su nombre. Aris falleció en Inglaterra en 1999, y Suu Kyi, que pasó la mayor parte de los últimos 22 años en arresto domiciliario, tampoco pudo acudir a su funeral.

Los exiliados birmanos, muchos vestidos con trajes tradicionales birmanos multicolores, habían recibido a Suu Kyi a su entrada del ayuntamiento de Oslo con flores, cánticos y lágrimas de alegría.

“Su padre era el padre de la independencia y ahora ella es la madre de la democracia”, decía Vicittasara, un monje de 38 años que vino desde India, donde estudia budismo, refiriéndose al general Aung San, héroe de la independencia asesinado cuando su hija era una niña.

El presidente del Comité Nobel, Thorbjoern Jagland, recibió a la galardonada con la siguiente frase: “¡Aung San Suu Kyi está finalmente aquí!”.

Seguidamente, Jagland dijo que esperaba que el disidente chino Liu Xiaobo, laureado en 2010, pueda un día venir a Oslo a buscar su premio.

Durante este viaje a Europa, el primero que realiza en 24 años, Suu Kyi tiene previsto desplazarse al Reino Unido, Irlanda y Francia, después de pasar por Suiza y Noruega.

La líder birmana, que el 19 de junio cumplirá 67 años de edad, sufrió un malestar el jueves en Suiza, un problema que sus médicos atribuyeron al cansancio.