Un descubrimiento científico sobre cómo y dónde se arraiga el cáncer cervical en el organismo resolvió un misterio de décadas de duración y podría llevar a una mejor prevención en el futuro, informaron expertos.

Investigadores de Estados Unidos y Singapur identificaron una peculiar población de células tipo madre en una parte del cuello del útero que, cuando resulta infectada por el virus del papiloma humano (VPH), es responsable de la mayoría de los casos de cáncer cervical, indicó un estudio publicado el lunes.

Pero, al parecer, ya en 1920 varios doctores en Boston, Massachusetts (noreste), habían descubierto un fenómeno relacionado que surgió de la práctica común de cauterizar el cuello del útero y quemar células anormales luego del nacimiento de un bebé.

Ya entonces se dieron cuenta de que las mujeres que se sometieron a ese procedimiento casi nunca desarrollaron cáncer de útero, pero no sabían por qué.

Ahora los científicos creen que era porque se quemaba una población de células huésped que no podían así regenerarse.
Estas conclusiones han llevado a algunos a considerar el regreso de esta técnica para luchar contra el cáncer cervical, que en los países en desarrollo continúa siendo una de las principales causas de muerte.

La OMS estima que cerca de 530.000 mujeres son diagnosticadas con cáncer de útero cada año en todo el mundo y que 275.000 mueren de esta enfermedad.

Pero esas muertes en países como Estados Unidos son casos raros. La introducción de citologías y de chequeos regulares en algunos países occidentales desde 1950 ha hecho disminuir las muertes de cáncer cervical en un 65% en las últimas cuatro décadas, según la OMS.
Pero en aquel entonces, la inusual ausencia de casos de cáncer entre cierto grupo de mujeres estadounidenses llamó la atención de los médicos.

“Muchos obstetras que meticulosamente restauraban todos los cuellos de útero a una condición normal a través de la cauterización notaban que el cáncer cervical era muy poco frecuente entre sus pacientes”, escribió el doctor estadounidense Paul Younge en noviembre de 1957 de la edición de Obstetrics and Gynecology.

En el artículo, Younge recordaba haber aprendido la técnica de un colega, Paul Gustafson, quien “comenzó la rutina de la cauterización postparto del cuello uterino hace unos 30 años”, y que le dijo poco antes de morir que había realizado el procedimiento en más de 6.000 mujeres.

Younge afirmó que sólo una de sus pacientes en el área de Boston había desarrollado alguna vez una lesión cervical e instó a todos los médicos a realizar de forma rutinaria la cauterización del cuello uterino luego del nacimiento de bebes en caso de que se observaran anomalías.

Younge y su colega Albert Kevorkian realizaron el procedimiento durante años hasta que se retiraron del Free Hospital, hoy convertido en el Brigham and Women Hospital, afirmó Ralph Richart, que trabajó con ellos en 1960 cuando era un investigador de la Universidad de Harvard. Ambos están ahora muertos.

“Todo el mundo estaba asombrado por esto”, dijo Richart, de 78 años, un profesor emérito de la Universidad Columbia, a la AFP.
La técnica de la cauterización suponía observar el cuello uterino con un instrumento parecido a un microscopio y transmitir una corriente eléctrica con una varita médica para quemar las células.

Las pacientes se encontraban despiertas durante el tratamiento y no recibían ningún tipo de analgesia. “Las mujeres lo describían como dolorosos calambres menstruales”, dijo.

Años después, Richart le contó a Christopher Crum, quien trabajó bajó su supervisión en la Universidad de Columbia, sobre los doctores de Boston y esa potencial técnica para prevenir el cáncer cervical.

Ahora Crum, del Hospital Brigham and Women, y sus colegas de la Escuela de Medicina de Harvard y de la Agencia de Ciencia, Tecnología e Investigación (A-STAR) en Singapur han presentado un estudio que muestra evidencia de este fenómeno.

Los investigadores hallaron que las células donde el cáncer se arraiga están situadas cerca de la boca del cuello del útero, en una zona de transición entre el útero y la vagina, conocida como unión escamo-columnar.

Esas células son los remanentes de la embriogénesis, que es el proceso de división celular y crecimiento que ocurre cuando el embrión se convierte en feto.

Una población similar de células se ha encontrado ya en el esófago, en una zona de transición entre el tubo que transporta los alimentos y el estómago.

El equipo publicó sus conclusiones en la revista de las Actas de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS, por sus siglas en inglés).
“Dije, guau, resolvieron un misterio de 60 años”, afirmó Richart recordando lo que sintió al leer la investigación de Crum. “Yo soy un tipo viejo y no queda mucha gente que se acuerde de estas observaciones”, afirmó.

Los investigadores esperan que más estudios puedan revalar si esas células están vinculadas a otros cánceres del VPH, como los que afectan el ano y la garganta.