Es la vieja Europa la que se tambalea. A Cristo, (no lo olviden los dichosos creyentes) hace rato que lo están crucificando de nuevo, tanto en Wall Street como en el siniestro entramado bancario mercantil empresarial de la Europa Comunitaria.

Los políticos y economistas desmenuzan el inteligible tema de la crisis hasta por los codos. Sobre el negro enjuague económico vale la pena recordar una sabia frase popular: los que hablan no saben y los que saben no hablan. Sin embargo es el ciudadano europeo de a pie el que aguanta y se pregunta (y sigue preguntándose) hasta cuando, porqué y quienes son los responsables de tanto descalabro y trapicheo financiero.

Por qué estos pájaros, los ejecutivos de vistosos y perfumados plumajes (trajes Armani, Rolex y corbatas de Prada, etc), no están en prisión o por qué salen y entran de sus altos cargos muy orondos forrados con sueldos e indemnizaciones millonarias.

También, (y de nuevo) al pobre Cristo, personaje fabuloso cuya existencia real aún no ha sido del todo comprobada, lo están azotando y crucificando en el mismísimo Estado Vaticano. Medio kilómetro cuadrado de extensión con una estructura centralizada y una monarquía absoluta. Su jefe máximo, Joseph Ratzinger, un anciano de 85 años, en el hondo silencio de sus aposentos privados, se entrega a la oración. Afuera, hay manadas de lobos y chacales al acecho.

En el ámbito de las ideas –ciencia, tecnología e inteligencia- el cristianismo actual continúa derrumbándose. Los cristianos, ya se sabe, se dividen en sectas, iglesias y congregaciones con distintos sesgos y signos. A nivel mundial hay tres bloques grandes: católicos, protestantes, ortodoxos. El grupo católico suma unos 1.200 millones. Siguen los protestantes con 700 millones y los ortodoxos con 300 millones. En estas cifras cabe de todo, piadosos, fanáticos, practicantes, observantes, indiferentes y avispados, esos que posan de píos pero que no se pierden protagonismo en bodas bautizos, enchufes o entierros.

Con cifras tan altas de católicos es lógico que la gente se pregunte ¿que pasa en el Vaticano y en sus agrupaciones adineradas y Ordenes dispersas por el mundo entero, llámense Jesuitas, Opus Dei, Kikos, Legionarios de Cristo, etc.

Pasa lo que pasa. Escándalos financieros y sexuales. Cohabitación con mafias, agiotaje, secretismo. Lujuria, lavado de dinero, ligazones con la CIA y con dictaduras, redes negras y una larga lista luciferina, delitos que en esos ámbitos que invocan tanta pureza se denominan pecados mortales.

En su dramática soledad, el bávaro Ratzinger aparece desbordado. A su alrededor pululan anillados y solemnes purpurados. Ahítos de prebendas, sedientos de figuración, buscando el gran poder, urden maniobras obscuras. Palabras terribles como asesinato no son ajenas. Al Papa, además, los años le pesan. Los achaques lo limitan físicamente. Están lejos sus días de cuando fuera, durante 25 años, el brazo derecho del polaco Karol Wojtyla y mandamás en la Congregación para la Doctrina de la Fe, o sea el ex Santo Oficio, el mismo organismo que, en otros siglos, a diestra y siniestra perseguía, fustigaba, torturaba, quemaba y mataba a sus opositores.

Hoy Ratzinger, debilitado, no parece reaccionar dando el alto a tanta sevicia creciendo a su alrededor. Atrás han quedado sus días de magnífico y poderoso dignatario, enemigo intolerante con los católicos liberales que siguen abiertos al mundo duro y real en el cual vive la gente. En América Latina, sin ir más lejos, la Iglesia conservadora que el hombre representó y aún representa perdió, ha pocos años, una oportunidad de oro cuando combatió, sin piedad, a la Teología de la Liberación.

Esa fue (y aún lo es) poderosa corriente de la fe popular en las entrañas de los pobres. La religión más profunda, la cristología más consecuente. Esos teólogos lúcidos que la enarbolaron heroicamente en las barriadas y aldeas desoladas, piojentas y miserables fueron lapidados, desautorizados y ninguneados.

En la “Iglesia oficial” arreciaron luego los escándalos sexuales, sobre todo con niños como víctimas. Hasta en Chile la Curia nunca pudo tapar la sandunga. Esa catarata mundial de pederastia con sotanas, casos abominables, se convirtieron en una pesada cruz. Ni siquiera el pago de altísimas indemnizaciones borró tanta inmundicia.

Roma en la picota, convertida en una zahúrda. También la Europa financiera, empresarial y emprendedora. El euro baja y sube sin tasa ni medida mientras los chinos sacan cuentas alegres. Detrás de la crisis del Viejo Mundo hay inmoralidad y dolor, cesantía a granel, frustración colectiva. Los alemanes cansados de abrir su cartera. Los países del sur de Europa, cuyos dirigentes han dilapidado y malversado, siguen en apuros. Portugal en las cuerdas entonando tristes fados. Italia desafinando a toda voz. Grecia en bancarrota engañada a más no poder por sus políticos e Irlanda saltando a la pata coja.

Entretanto la España, invocando a la Virgen del Rocío y con el derechista Rajoy tragándose su arrogancia, tiende ahora la mano para que los organismos internacionales salven sus finanzas (salven a los bancos) y los rescaten con 100 mil millones de euros.

¿Y quién salva a los pobres europeos de a pie?

Una acotación interesante: los europeos millonarios más ricos gozan de lo lindo, sanos y salvos, viviendo en Suiza… porque Suiza lava más blanco, ¿Algunos nombres? El sueco Kampros, fundador de Ikea o el español Amancio Ortega (tiendas Zara y negocios textiles). La lista feliz la encabezan 28 multimillonarios germanos y 26 rusos.

En medio de tantas zozobras mejor pensar que no cundirá el pánico: la vieja Europa tambaleante tendrá que hacer de tripas corazón, seguir fuerte aunque, ojalá, sin seguir arrasando a inocentes. Y dentro del mismo mapa el Vaticano también debería estar bien empeñado limpiando basura por doquier y, de paso, repartiendo preservativos amén de ir tomando nota de las justas reivindicaciones de la mujer en todo el mundo.

A Dios rogando y con el mazo dando. Buenos y prósperos negocios, sean financieros o de fe, no señor, no se irán al suelo fácilmente. Acaso sea el planeta Tierra el que pueda estar llegando hoy al punto de un colapso, sin retorno. Lo dice un reciente informe firmado por connotados y preocupados científicos. Recuerdan que en la historia de nuestro rodaje azul se han producido cinco grandes extinciones.

Ahora, con tanta inmundicia, chatarra, sobrepoblación, liquidación de los bosques y de recursos tan preciados como el agua podríamos estar en capilla. ¿Habrá que cruzar los dedos?

Oscar “El Monstruo” Vega
Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos. Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortin Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce. Actualmente reside en Portugal.