Para muchos pasó desapercibido, sin embargo para quienes vieron sus vidas profundamente tocadas por su obra, se trató de una pérdida irreparable. El 27 de mayo pasado falleció a los 75 años Earl Shorris, crítico social y escritor estadounidense que vio en el estudio de las humanidades el camino para sacar a la gente de la pobreza.

Shorris fue un prolífico autor que, en más de 35 años de carrera, escribió una docena de libros, principalmente críticas al materialismo y el poder de los ricos que caracteriza a la sociedad occidental. Pero en 1995 su vida dio un giro hacia la educación luego de fundar el “Curso Clemente en Humanidades“, con la intención de enseñar arte y humanidades a personas en situación vulnerable.

Puede parecer una estrategia inusual considerando que, cuando se trata de capacitación para los desamparados, se priorizan conocimientos técnicos que les permitan desempeñarse rápidamente en un empleo, pero Shorris tenía la idea de que la causa de la pobreza no era la falta de dinero, sino la “falta de reflexión y de belleza”, tal como escribió en un ensayo de 1997, recoge el New York Times.

La idea no fue propia, sino que le llegó desde el lugar más insospechado: una cárcel de mujeres. Fue mientras entrevistaba a una presidiaria, Viniece Walker, para preguntarle sobre qué razones provocaban la pobreza, que ella indicó la ausencia de la “vida moral en los suburbios”, como el no haber presenciado o asistido a museos, obras de teatro, conciertos o conferencias.

- “¿Se refiere a las humanidades?”, le preguntó Shorris sorprendido.
- “Sí, Earl, me refiero a la humanidades”, confirmó ella.

A partir de ello, el escritor diseñó una serie de clases basados en la lógica de Aristóteles, la justicia de Platón o la teoría de la moralidad de Immanuel Kant. ¿Los alumnos? Trabajadores pobres o desempleados, ex convictos, adictos a las drogas y personas sin hogar. Para facilitarles los estudios, los cursos no sólo eran gratis sino que se les proveían los libros, locomoción e incluso el cuidado de sus hijos mientras asistieran.

Para Shorris, la única esperanza de surgir de estas personas era enseñarles a reflexionar y tener un pensamiento crítico. “Si los pobres van a dar un salto fuera de la pobreza, necesitarán un nuevo tipo de pensamiento: la reflexión. Y eso será el comienzo para ellos. El estudio de las humanidades es en sí una redistribución de la riqueza”, apuntó en su ensayo.

Incluso se basó en la metáfora de Platón de los hombres encadenados a una caverna para explicar el sentido del programa. “Ven sombras en los muros y asumen que eso es todo lo que hay en el mundo”, aseguró.

El proyecto tuvo resultados mixtos, con alumnos que lograron surgir mientras otros se mantuvieron en la pobreza, sin embargo algunos, como Moise Koffi, un inmigrante de Costa de Marfil que había llegado a Nueva York, se convirtieron en pruebas vivientes de cómo el Curso Clemente podía inspirarlos a salir de su situación. “Cambió la dirección de mi vida. Estaba en la oscuridad, como los hombres en la caverna, pero mi mente se abrió”, narró Koffi, quien actualmente se desempeña como profesor.

Actualmente, el curso Clemente se dicta durante 10 meses en clases de 20 a 30 estudiantes, en 20 ciudades de Estados Unidos e incluso se exportó a Canadá, Australia y Corea del Sur. Para Shorris significó ganar en 2000 la medalla nacional de humanidades, otorgada por el entonces presidente Bill Clinton.