Sin lugar a dudas que entre los anuncios realizados por el presidente Sebastián Piñera el pasado 21 de mayo, el que más destacó fue la construcción de un puente sobre el canal del Chacao para unir la isla de Chiloé con el continente.

Claramente este anuncio es un espaldarazo al ministro de Obras Públicas, Laurence Golborne, que viene a ratificar por dónde el Gobierno está trabajando para asegurar su continuidad al mando del país, en desmedro de Andrés Allamand.

Una de los viaductos más emblemáticos construidos en el sur del país, es el puente Presidente Ibáñez sobre el río Aysén, y que fue inaugurado por Eduardo Frei Montalva pese a que su principal auspiciador fue el mandatario en cuyo honor fue bautizada la estructura de 210 metros de longitud.

Y al igual que en esa ocasión, esta vez no le corresponderá a Sebastián Piñera encabezar como Jefe de Estado, el tradicional corte de cinta. Lo anterior, pensando en que la obra tendría que estar finalizada en el 2019 según las estimaciones.

Sin embargo, la idea no es original de este Gobierno. Se trata de una iniciativa nacida por la década del 50 y encabezada por el diputado Félix Garay Figueroa, el que se ganó el apodo de “el loco” debido a su visionaria idea de unir el continente con Chiloé, y que falleció en 1997 sin ver hecho realidad su sueño.

En este punto quisiera destacar que lo más lógico sería que el puente llevara el nombre del extinto congresista, como un homenaje póstumo a un político que ambicionó llevar el progreso desde Santiago al sur de nuestro país.

Una ambición que lejos de extinguirse, ha permanecido viva a tal punto de motivar las manifestaciones sociales en zonas extremas del país, como Aysén y Magallanes, y que se incubaron por años de centralismo brutal y olvido, lo que se vio reflejado en la inexplicable decisión de Eduardo Bitrán de desestimar el proyecto el 2006 cuando era ministro de Obras Públicas.

Una vez concretado el proyecto, es importante que esta obra quede en manos de la Dirección de Vialidad (en palabras más simples, en manos del Estado), para evitar lo que sucede en las autopistas concesionadas donde existen malos antecedentes del manejo de las vías, como el caso de la Ruta de La Madera, donde el MOP debió tomar nuevamente el control de esa carretera.

Al respecto, el Gobierno ha reiterado su compromiso de no concesionar el viaducto, a pesar de las voces críticas desde el empresariado, que probablemente se sobaría las manos pensando en los millones por concepto de pago de peaje, tomando en cuenta el impacto en el turismo que conllevará una obra de este tipo, y el consecuente aumento del tránsito hacia la isla.

Puede que el Gobierno de Piñera pase a la historia por la efervecencia social que debió enfrentar, por la reconstrucción tras el 27F, por los “piñerismos”, por el mito que se creó en torno a la figura del mandatario, pero a pesar de ello, claramente este puente intentará colocar algo de equilibrio en una administración que de aciertos tiene pocos.