Naturalmente asociado a destrucción y muerte, pocos de nosotros podríamos pensar en un terremoto como una fuerza restauradora. Sin embargo eso es exactamente lo que ocasionó el sismo del 27 de febrero respecto de las playas de la zona centro-sur de nuestro país.

El insólito efecto fue estudiado por Eduardo Jaramillo, de la Universidad Austral de Chile, y por Jenifer Dugan, de la Universidad de California, quienes se percataron de cómo la súbita elevación de la línea costera permitió la recuperación casi instantánea de las playas, afectadas por décadas de erosión tanto natural como por causas humanas.

“Fue como retroceder en el tiempo. La línea costera completa se elevó y playas que tenían una altitud mucho menor en relación al nivel del mar se levantaron algunos metros. Recuperaron un montón de terreno perdido”, señaló Dugan a la revista Scientific American.

Ese terreno había ido progresivamente desapareciendo bajo el mar debido a la elevación del mar por el cambio climático, pero sobre todo por la construcción masiva de muros de contención frente a las playas, que lejos de proteger a las costas acaban provocando consecuencias aún más severas.

“Cuando construyes un muro de contención frente al mar, el agua la golpea y rebota contra la playa con más fuerza todavía”, explica Jaramillo. Según el investigador chileno, al no permitir que las olas se retiren naturalmente, estas lo hacen con mayor violencia, llevándose la arena de las orillas y hundiendo lenta pero inexorablemente el terreno.

La pérdida de estas playas había provocado que una multitud de especies, tanto vegetales como animales, fueran perdiendo su hábitat, el que pudieron recuperar de forma casi inmediata gracias al terremoto.

“Las plantas areneras están regresando a lugares donde, hasta nuestro conocimiento, no las hubo en muchísimo tiempo. El sismo volvió a instaurar un hábitat arenoso que se había perdido, que los invertebrados y las aves están reclamando rápidamente”, agregó Dugan.

“Definitivamente, esta no es la consecuencia ecológica que podrías haber esperado de un gran terremoto y posterior tsunami”, concluyó la investigadora.

En tanto, Jaramillo indicó que espera que estos resultados concienticen a las autoridades sobre los daños medioambientales de construir muros de contención frente a las playas, enfatizando que las playas arenosas son la mejor defensa contra las olas, ya que se extienden hacia el mar y absorben el impacto de las olas gradualmente.